George Orwell siempre estaba un paso por delante. Con su aguda visión sintetizó, aún en un contexto de países en desarrollo y entreguerras, las posibles características de un Estado totalitario en «1984». Y lo reconoció: «No creo que la sociedad que he descrito en 1984 necesariamente llegue a ser una realidad, pero sí creo que puede llegar a existir algo parecido«. Por ello, es importante sumergirse en un concepto relegado, pero al que Orwell prestó atención por su potencial peligro; el nacionalismo.
George Orwell publicó en 1945 su artículo Notas sobre el nacionalismo sobre el cuál se desarrolla el presente texto.
El nacionalismo es una de las fuerzas más poderosas que sobrepasa el sentido común1. Orwell entendía que esa emoción es mayor la razón. Ya que la conducta humana no se entiende únicamente por la razón; ni un experto fue capaz de prever las victorias electorales de Trump en 2016 y 2024. Es un fenómeno casi universal que se expresa en prejuicios hacia otras culturas; a menudo utilizándolas como chivos expiatorios. Una forma de creer que algunas razas o culturas son misteriosamente buenas o malas, transformada en lealtades y odios. Por lo tanto, el nacionalismo se convierte en uno de los instrumentos predilectos de cualquier proyecto político.
Patriotismo y nacionalismo no son lo mismo. El primero se entiende como «la devoción a un lugar y a un modo de vida determinado…pero que no desea imponer a otras personas». El patriotismo, según Orwell «es por naturaleza defensivo». En cambio, «el nacionalismo es inseparable del deseo de poder». Todo nacionalista busca «asegurarse más poder y más prestigio, no para sí mismo sino para la nación…en la que ha elegido hundir su propia individualidad»2
Si bien el nacionalismo se relaciona con una nación, gobierno o incluso religión, este va más allá. Es el hábito de identificar a millones de personas en categorías y bloques como buenos y malos. Pero lo relevante del nacionalismo es que se presenta más allá del bien y del mal y con el único deber de promover sus intereses. «El nacionalismo es hambre de poder y decepción de sí mismo»3. Entre las características que describen el pensamiento nacionalista se encuentran la obsesión, inestabilidad e indiferencia ante la realidad. Esto explica que varios hechos de la historia en realidad son falsificaciones para cambiar su significado. Una forma de propaganda que tiene por objetivo influir en la opinión contemporánea. Orwell señaló que aquellos que elaboraron estas versiones alteradas de realidad justifican su trabajo porque sienten que realmente sucedió.
El efecto colateral del aislamiento de partes del mundo/sociedad es que se fomenta la indiferencia ante la verdad objetiva. Hace más difícil conocer lo que de verdad ocurre. «La incertidumbre general en cuanto a lo que realmente está sucediendo hace que sea más fácil aferrarse a creencias lunáticas». A veces los nacionalistas están más preocupados por las victorias, pérdidas y la venganza suyos que pierden todo contacto con el mundo real.
Un hecho significa del nacionalismo es que muchos de los grandes líderes o fundadores de los movimientos nacionalistas no pertenecen al país que han glorificado. Por ejemplo, Hitler, Stalin o Napoleón. Sin embargo, nos guste o no el nacionalismo es una emoción que está presente en todos, lo importante es reconocerlo y evitar que contamine nuestros procesos mentales. Esto último deja ver Orwell entre líneas.
Como emoción el nacionalismo puede abarcar todas las acciones del hombre y encandilar la razón. Generando una versión oportuna de la realidad para cada uno, por esto, el nacionalismo se convierte en un instrumento determinante para los proyectos políticos. Orwell observa al nacionalismo como una amenaza para la sociedad.