La crisis de representación política
Vivimos una crisis de representación política en los países democráticos. Hay una tendencia creciente de políticos y candidatos outsiders en todo el mundo, además de un aumento de las personas que votan por los políticos que no son “casta”. Este fenómeno puede acarrear varias consecuencias.
En las últimas elecciones, presenciamos que los políticos y partidos tradicionales están perdiendo terreno frente a candidatos y movimientos civiles, que se forman exclusivamente para competir electoralmente. Estos últimos no siempre tienen una formación sólida, ideología, tendencia política y tampoco presentan un arco de propuestas de políticas públicas importantes, sino que defienden temas puntuales del momento como “seguridad – economía – nacionalismo, etc.” y saben comprender y representar el sentir de la opinión pública. Y es en el camino electoral donde empiezan a consolidar sus propuestas.
En otros casos, algunos políticos outsiders tienen una educación y formación sólida, pero prefieren dejar de lado todo ese bagaje para entrar en sintonía con las preferencias del conjunto del electorado y, posteriormente, presentar sus ideales de manera incremental y progresiva. Algunos tienen backgrounds tan extensos y conocidos en sectores como el económico, financiero, medios de comunicación, iglesias, etc.
Para adentrarnos en este fenómeno, veamos cómo surgió el término de representación.
La concepción moderna de democracia, en realidad, hace referencia a la democracia representativa. Tiene su punto de partida en la emergencia de los Estado-Nación, cuando se delimitó el poder y soberanía independientemente en cada estado. Esto tiene su razón de ser, pues no es viable aplicar una democracia directa. No todas las personas pueden involucrarse activamente en la deliberación y toma de decisión de las políticas que el Estado va a aplicar. Hay actividades que consideran más importantes; conseguir un sustento económico, brindar educación a los hijos o la salud familiar. Además, no siempre se tienen opiniones consolidadas en temas específicos como el militar, hidrocarburos, telecomunicaciones, etc. Aún con la ayuda de la IA, no desarrollada plenamente, todavía es muy difícil que exista una democracia directa.
En la actualidad, el “mejor y único” modelo viable es el de la democracia representativa. Este modelo busca organizar la diversidad de intereses presentes mediante la elección de unos delegados a los que se transfiere la responsabilidad de deliberación, y se les otorga cierto nivel de autonomía frente a los representados. Cada representante es elegido por voto secreto, en una circunscripción específica para que cumpla su mandato por el tiempo que ha sido electo. Eh aquí el problema; ¿cuál es el mandato que le otorgamos nosotros al representante siendo representados?
En las épocas precedentes, los partidos agregaban los intereses y canalizaban de problemas sociales, además promovían cierto de tipo de políticas y propuestas claras que iban acorde a su ideología o tendencia social. Los ciudadanos otorgaban su confianza, con el voto, porque estaban seguros de que coincidían con su visión política e ideología, y que además iban a cumplir su programa político, claramente establecido antes de las elecciones. El político y su partido eran responsables de todas las acciones y decisiones que tomaban, es decir si el partido ponía en marcha las políticas que prometió se le “retribuía” con el voto, y en caso contrario se le retiraba el voto.
El problema aparece cuando los políticos empezaron a tomar decisiones que comprometían sus ideales y programas políticos. El electorado se daba cuenta de que las políticas no respondían a sus necesidades, o les afectan la crisis económica, la falta de oportunidades, la crisis financiera, la inflación, etc. Mientras los políticos y partidos tradicionales no hacen nada. Eso genera una desilusión, sobre todo los jóvenes y aquellos que no se identifican con ningún partido.
Ese incumplimiento, ya sea voluntario e involuntario, cala muy fuerte en el electorado. Uno de los momentos más curiosos y significativos ocurrió en España, cuando el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tomó una determinación que su rival político, el Partido Popular (PP), defendía abiertamente al recortar el gasto público durante la crisis de 2008. Eso generó tal incertidumbre y decepción en los ciudadanos, sobre todo en la juventud, que creían que los “adversarios políticos” empezaron a parecerse, provocando que los ciudadanos españoles salgan a las calles por la indignación en contra de la política, el denominado “15 – M”. Desde ese momento surgieron partidos anti-establishment, como Podemos, se generó el multipartidismo y las coaliciones de gobierno. Pero no afectó a los que tienen identificación partidista y otro tipo de identidades políticas.
De ahí en adelante, muchos países tuvieron movimientos similares, personas indignadas con la situación, además de desconfiadas con los políticos tradicionales, porque estos no pudieron cumplir con sus promesas originales, eso derivó en la aparición de candidatos outsiders. Algunas de las consecuencias son que los políticos outsiders que llegan por el descontento terminan convirtiéndose en caudillos que no quieren dejar el poder y se convierten en autocracias, otros no pueden gobernar sus países por la falta de coaliciones de gobierno y por ello no pueden desarrollar políticas públicas. Algunos de estos políticos cuando llegan al poder tienen una carta en blanco para llevar a cabo las políticas que quieren y no son sometidos a ningún tipo de control. Otro dilema fundamental es que los candidatos outsiders es consolidarse o morir, crear partidos y generar alternancia de liderazgos.
La crisis de representación se refleja en el aumento puntual de políticos outsiders, a los que debemos prestar mucha atención por las consecuencias que pueden acarrear.
Ser outsider de un status quo establecido por logias que utilizan la política como un medio para continuar con sus privilegios y monopolizar una sociedad decadente es liberarse del yugo opresor o morir en el intento. Ser outsider es una respuesta ante la decadencia moral, económica y política que quita la libertad individual al ciudadano por el crecimiento desmedido de un estado cada vez más grande y corrupto.
Ser outsider es la respuesta lógica del ciudadano ante la tiranía.
No se puede ser outsider sin un sistema de creencias e ideas que te guíen y mantengan en el camino de la defensa de la libertad.
Los libertadores como Simón Bolívar y San Martín en su momento fueron outsiders del sistema corrupto de una monarquía que solo quería pongos y esclavos y tiene sus similitudes con los gobernantes estatistas modernos.
Las ideas de la libertad continuarán vigentes mientras hayan hombres y mujeres que luchen por mantenerlas vivas e intencionalmente den la batalla cultural que se está librando. Ser outsider es bueno cuando se va en contra de las ideologías que esclavizan al ser humano, sustituyéndolas por ideas de libertad que precisamente liberan al ser humano de la opresión de los que se perciben superiores a otros seres humanos y consideran que pueden decidir sobre ellos y hasta sobre quien vive y quien muere.
La libertad dada intrínsecamente al ser humano como un don por el diseñador que lo creó irá un paso adelante de la tiranía mientras existan esos outsiders que tengan claro el significado de la libertad y se unan y trabajen juntos en contra de la tiranía que quiere dirigir sus vidas para esclavizarlos.