No sorprendió, entonces, que los votantes republicanos en las primarias se alinearan con Donald Trump. Aunque tal apoyo parecía inevitable, fue facilitado por la postura de sus rivales políticos, quienes en lugar de desafiar sus acusaciones legales, en muchos casos, respaldaron su defensa y sus falsas declaraciones sobre las investigaciones en su contra.
Un factor crucial en este giro fue la intervención de la Corte Suprema de los Estados Unidos, compuesta mayoritariamente por jueces designados por presidentes republicanos. En un momento clave, en pleno inicio de la campaña electoral, la Corte decidió apoyar a Trump, otorgándole una victoria legal que cambió el rumbo de su campaña.
Una gran parte del público —aproximadamente un 60% según encuestas recientes— quería que Trump fuera juzgado este año por su implicación en la subversión de las elecciones de 2020. Incluso antes de que la Corte Suprema interviniera, un porcentaje aún mayor de estadounidenses (alrededor del 70%) rechazaba la idea de que los presidentes pudieran eludir procesos judiciales por delitos cometidos durante su mandato.
Sin embargo, los seis jueces designados por los republicanos, tres de los cuales fueron elegidos por Trump, fallaron a su favor en ambas cuestiones. Primero, retrasaron su apelación sobre inmunidad, y luego crearon una doctrina de inmunidad criminal para el expresidente que carecía de base legal sólida, bloqueando así la posibilidad de un juicio antes de las elecciones. Esta maniobra fue vista como una distorsión de la ley, claramente alineada con los intereses políticos del Partido Republicano.
Lo que resulta aún más revelador es cómo las acusaciones legales contra Trump, lejos de perjudicar su imagen, parecieron catapultarlo. Para muchos de sus seguidores, el expresidente se transformó en un «héroe» perseguido por un sistema político que lo acusaba de manera injusta. En lugar de ver las investigaciones legales como una carga para su candidatura, los votantes republicanos interpretaron estas acusaciones como una señal de que Trump era víctima de una persecución política, lo que reforzó su popularidad en un sector de la sociedad estadounidense que se siente desilusionado con la política tradicional.
En cuanto a los eventos de la toma del Capitolio, aunque fueron un momento crítico en la historia reciente de Estados Unidos, no parecieron ser determinantes para la mayoría de los votantes republicanos. A pesar de la magnitud de los hechos y las críticas hacia Trump por incitar la violencia, muchos no consideraron este episodio como un factor decisivo. No fue tanto un «perdón» por los actos ocurridos, sino más bien una evaluación pragmática de lo que los votantes deseaban de su próximo líder. Para ellos, Trump era el candidato que podría mejorar sus condiciones de vida, impulsar la economía y, sobre todo, poner fin a las interminables guerras extranjeras que habían erosionado el presupuesto nacional y los recursos de la nación. Además, temas cruciales como la educación de sus hijos y el futuro de su comunidad seguían siendo las preocupaciones más inmediatas para un sector considerable de la población.
El desenlace de esta historia no solo tiene implicaciones legales, sino también políticas. La reelección de Trump marca una de las inversiones más sorprendentes en la historia del derecho estadounidense. Sin embargo, más allá de la figura del expresidente, muchos políticos de ambos partidos tienen su parte de responsabilidad en este giro inesperado.