«Soy escritor, gracias a Borges, G. Márquez y V. Llosa».
Alfredo Bryce Echenique
“Dicen que los pensamientos de los sueños van derechito al cielo. Ojalá que los míos alcancen esa altura”.
Juan Rulfo
En breves ensayos, entrevistas y artículos, he afirmado que soy de la generación que creció leyendo a los escritores del Boom Latinoamericano y, en ocasiones, he señalado algunas de las claves de las influencias de esos escritores que sabían que tenían ante ellos un continente por escribir y que se dieron cuenta (de contar) de que la única forma de ser universales era ser genuinamente locales, asumirse habitantes de esta parte del mundo que el escritor mexicano Carlos Fuentes quiso que se llamara: “Indoafroiberoamérica”.
El Boom, que surgió en la década de los sesenta y se consolidó en los setenta, se caracterizó por el reconocimiento mundial a un grupo de jóvenes autores latinoamericanos. Sus obras reflejaban la realidad social y política de la región y se diferenciaban de los modelos narrativos occidentales canónicos, innovándolos, experimentando, explorando la identidad y la cultura. Las obras de esta eclosión ofrecen una mirada crítica sobre temas como el colonialismo, la desigualdad social y la violencia, cuestiones que aún son centrales en el tercer milenio. Los escritores del Boom exploraron una variedad de temáticas que reflejaban tanto las complejidades de la realidad latinoamericana como cuestiones universales. Estos tópicos se abordaron desde perspectivas innovadoras, combinando lo fantástico, lo real y lo histórico. Además de innovar en estructuras no lineales, múltiples puntos de vista, polifonía narrativa, lenguaje experimental y fusión de géneros, entre otros hallazgos literarios.
Algunos de los autores más importantes del Boom Latinoamericano fueron Miguel Ángel Asturias, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes (a quién se le atribuye la articulación de los escritores), Ernesto Sábato, José Lezama Lima, Jorge Amado, Mario Vargas Llosa, entre otros escritores, convirtiéndolos en íconos literarios. Habría que sumar también a Manuel Puig y Guillermo Cabrera Infante, estos dos últimos casi olvidados.
“El ‘boom’ fue un movimiento no solo literario y cultural, sino político”, aseguró Vargas Llosa y su amigo y luego enemigo García Márquez (dizque por un lío de faldas), entrevistado por el propio Vargas Llosa, lo definió así: «No sé si el fenómeno del ‘boom’ es en realidad un ‘boom’ de escritores o un ‘boom’ de lectores», considera el autor de «Cien años de soledad» que agrega: «hemos decidido que lo más importante es seguir nuestra vocación de escritores y que los lectores se han dado cuenta de ello. En el momento que los libros eran realmente buenos, aparecieron los lectores. Eso es formidable. Yo creo, por eso, que es un ‘boom’ de lectores»[1] . Para Carlos Fuentes: «El ‘boom’ es un cruce de caminos del destino individual y el destino colectivo expresado en el lenguaje».
La única forma de ser universales era ser genuinamente locales.
Algunos literatos sitúan la obra de Jorge Luis Borges antes de este fenómeno porque él ya estaba allí cuando los otros llegaron. Con Borges y más allá del Boom literario latinoamericano, la palabra cobró una eficacia pocas veces vista, tanto que se ha convertido en un escritor archicitado por otros escritores, poetas e investigadores. Parafraseando al autor de El hacedor, puedo enorgullecerme de haber leído todas las obras de muchos de ellos.
Carmen Balcells, agente literaria española y el editor catalán Carlos Barral, fueron los artífices del surgimiento y la propagación de este milagro editorial y, por supuesto, la ciudad de Barcelona. Balcells señaló, en una entrevista el año 2012, que La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, es el libro más emblemático, con el que se afirma y establece el Boom. Paradójicamente, Vargas fue el más joven del grupo en ese entonces y el único que sobrevive de esa camada de brillantes escritores. Tampoco podemos eludir el rol que jugaron las editoriales españolas que, al vender miles de libros, lograron que, gracias a una política editorial sin precedentes, los escritores del Boom, vivieran de sus regalías; sueño al que aspiramos todos los que empezamos a escribir de manera profesional hasta que la realidad nos recuerda que la magia es literaria y tenemos que sobrevivir con cualquier empleo que se nos presente, aceptando que el mundo es ancho y ajeno, que París, Madrid y Roma, están al otro lado del universo.
Las décadas del ´60 y ´70 se caracterizaron por la agitación ideológica, la Guerra Fría, la polarización capitalismo/comunismo, la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, la Revolución Cubana, El Che Guevara, la Guerra de Vietnam, el Mayo Francés, Woodstock, la masacre de Tlatelolco, la contracultura y el consumo de drogas y, obviamente, el rock…en ese contexto estalló la bomba literaria en España que, irónicamente, habría de dar a conocer a los escritores latinoamericanos en su propio continente.
El Boom, significó la universalización de la literatura latinoamericana en general y de la novela en particular. Multiplicó el número de lectores, abrió la puerta a nuevos escritores y consagró a autores latinoamericanos que pasaron de la parroquia de sus ciudades al universo editorial de los miles de ejemplares vendidos, al éxito literario y económico, a las traducciones, a los viajes para participar en encuentros literarios, a los premios (fue la época de los grandes premios, aunque García Márquez se negó a enviar Cien años de soledad a uno de los concursos), a los chismes y las envidias tanto de los que estuvieron como de los que se quedaron afuera, ya sea por razones extraliterarias o por su mediocridad y, por supuesto, las peleas que dejaron de ser domésticas y se convirtieron en mediáticas, llenando primeras planas de los periódicos del mundo entero.
Lengua y literatura
Los escritores del Boom renovaron y enriquecieron la anquilosada lengua española, incorporando en sus narrativas y poéticas palabras de nuestros idiomas originarios, así como las que trajeron los africanos; son muchas las palabras de origen latinoamericano que ahora son de uso frecuente en el español ibérico, recordemos que en Latinoamérica somos más de trescientos millones de hispanohablantes que poseemos una rica diversidad lingüística producto de la mezcla del español con las lenguas nativas de cada país. Por eso no es lo mismo la escritura de un mexicano que la de un argentino o un boliviano, heterogénea y singular en cada caso.
Gabriel García Márquez lo señaló en una entrevista en 1972: “El castellano hablado anda por la calle, en cambio, al castellano escrito lo tienen preso desde hace varios siglos en ese cuartel de policía del idioma que es la Academia de la Lengua. Tratar de liberarlo, reduciendo cada vez más la distancia entre el castellano escrito y el castellano hablado, es una tarea en que debemos empeñarnos los escritores de lengua castellana, y en la que de hecho estamos empeñados los novelistas latinoamericanos”.
De hecho, varios integrantes del Boom se jactaban de contar sus cuentos y novelas con las mismas formas orales de contar historias heredadas de sus abuelas. Así que los escritores de este estallido editorial como la mayoría de los narradores latinoamericanos somos herederos de las tradiciones orales, así como de Miguel de Cervantes.
América Latina es esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas.
Gabriel García Márquez, en su discurso del Premio Nobel
Identidad latinoamericana
Las narrativas del Boom reflexionan sobre lo que significa ser latinoamericano, explorando la mezcla de raíces indígenas, africanas y europeas: en esta construcción de la identidad entra en conflicto la civilización versus la barbarie, las tensiones políticas y la resistencia y la misma construcción de la realidad. En ese sentido Cien años de soledad presenta a Macondo como un microcosmos de América Latina, con sus mitos, conflictos y singularidades que me recordaron a mi pueblo. Los autores incorporaron episodios históricos (guerras, dictaduras, revoluciones) como parte fundamental de sus narrativas. La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes reconstruye la historia de México a través de la vida de un hombre moribundo.
En ocasión de recibir el Premio Nobel de Literatura, García Márquez definió a nuestro territorio común con estas palabras: “América Latina es esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda”. La literatura del Boom ayudó a la construcción de una nueva identidad latinoamericana. Estos temas hicieron que el Boom no solo representara la realidad latinoamericana, sino que también la reinventara, trascendiendo las fronteras geográficas y culturales para hablarle al mundo entero.
La política y el poder
Muchas de las novelas emblemáticas de este mal llamado movimiento, que no lo fue en el sentido estricto del término sino un acontecimiento, un estallido cultural y comercial, reflejan el impacto de las dictaduras en América Latina y exploran la corrupción, la opresión y el abuso de poder. El otoño del patriarca de García Márquez, La fiesta del Chivo de Vargas Llosa y Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos, son retratos literarios de dictadores latinoamericanos. Los autores del Boom, influenciados por movimientos políticos como la Revolución Cubana, trataron temas de justicia social y luchas populares. El sueño era construir un paradigma digno de un mundo mejor.
Una pregunta que cada lector debe responder es: ¿Hasta qué punto estaban comprometidos políticamente los autores, y cómo este compromiso influyó en su producción literaria?
En esta línea del intelectual comprometido con su realidad social el ejemplo más deslumbrante vendría a ser el de Julio Cortázar, cuyo opuesto en un abierto compromiso exclusivamente con la literatura sería Jorge Luis Borges. Cortázar, pese a haber vivido casi toda su vida en Francia, es el intelectual latinoamericano comprometido por antonomasia. Él mismo afirmaba de sí mismo que “de la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como la imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros debían culminar en la realidad” y agregaba que el intelectual consciente por su proceso humano se volvía más planetario. Y por eso su compromiso estaba en la disposición de colaboración personal allí donde pudiera ser útil, además de escribir para la revolución como “una encarnación de la conciencia de los pueblos”.
En cambio, Borges escribía por razones de libertad estética, siendo argentino escribía sobre literatura inglesa, escandinava o francesa mejor que muchos grandes autores de esos países, quizá porque le dio la gana de desconocer soberanamente las tendencias literarias socialistas. El autor de El Aleph afirmaba que no se debe sacrificar el arte por el compromiso político. El compromiso del escritor es con la literatura, afirmaba este autor al que tanto le debe la literatura universal. A la figura del escritor comprometido opone el compromiso con la literatura. La literatura debe ser una experiencia absoluta. Estos autores profesaban diferentes concepciones respecto a la vida y a la política, pero no muy distintos en la literatura, ambos creían en el lenguaje, para ellos la literatura era esencial en sus vidas, y ambos escribieron literatura fantástica, por ejemplo
La naturaleza de la realidad: El realismo mágico
Uno de los sellos del Boom fue revelar la integración de lo fantástico en la vida cotidiana, donde lo sobrenatural es aceptado como parte de la realidad, eventos extraordinarios como la ascensión al cielo de Remedios son narrados como algo natural. Alejo Carpentier lo dice mejor: «¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?».
El Realismo mágico fue la etiqueta que identificó este prodigio literario, aunque la mayoría de sus integrantes tenían sus propios estilos y poco tenían que ver el uno con el otro. Sin embargo, no se puede hablar del Boom sin hacerlo del realismo mágico, término acuñado por el crítico alemán Franz Roh en 1925, para describir un tipo de pintura, que, en América Latina se transformó en mostrar lo asombroso, onírico o extraordinario como parte de la realidad cotidiana, en paradojas fluidas entre la vida y la muerte, lo mágico y lo real, el pasado y el presente, como el río de Heráclito.
En Potosí hubo un cronista la época colonial, 1674-1736, Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, autor de Historia de la Villa Imperial de Potosí, escrito de una manera que muchos cronistas de hoy envidiarían, pues se trata de relatos fantásticos de sucesos cotidianos, inserta y mezcla los valores simbólicos de las culturas latinoamericanas, con tal eficacia que me hacen afirmar que fue el precursor del Realismo mágico del que Gabriel García Márquez es su máximo exponente. Ya en ese siglo Arzáns se inventaba fuentes, se inventa autores que no existen convirtiéndose en el antecesor de autores como Jorge Luis Borges.
El Boom y las influencias
La lectura de las obras de ciertos escritores nos ayuda a definir nuestra vocación en ciernes, a encontrar estilos y técnicas literarias y a reconocer nuestra propia voz en la escritura. Leer grandes obras puede convertirse en una siembra que, a veces, tarda en germinar, hasta que el día menos pensado la flor encontrada en las páginas de un libro, emana su olor en el que estamos escribiendo. Por eso debemos reconocer esas influencias y reflexionar en torno de nuestro propio proceso creativo para agradecer por la oportunidad de aprender y ser mejores escritores y, naturalmente, personas.
Como toda manifestación cultural tuvo sus precursores, entre ellos podemos mencionar a James Joyce y Franz Kafka, con sus descubrimientos en la disposición narrativa y el tratamiento del tiempo, la fragmentación y el monólogo interior. El conjunto de los que integraron el Boom reconocieron en la obra de William Faulkner una de sus mayores influencias, especialmente en la técnica del flujo de conciencia. Recordemos que el condado de Yoknapatawpha, imagina a Comala y este a Macondo, sin olvidar a Santa María, lugares ficticios que van configurando imaginarios nacionales, que nos parecen más reales que algunos pueblos que existen sólo en los mapas.
Indispensable en esta revisión es la inclusión de la técnica de flashback, cuya invención se atribuye a Ambrose Bierce, que se basa en la interrupción de lo que se está contando de manera cronológica y se introduce un recuerdo o secuencia del pasado. Una mención obligada y legítima a Juan Rulfo y su novela del otro mundo, Pedro Páramo, que se dice que Álvaro Mutis se la obsequió a García Márquez y le dijo: “ahí está, para que aprenda a escribir”, así como Alejo Carpentier y su propuesta de «lo real maravilloso», antecedente del Realismo mágico.
Es justo reconocer que el Boom influyó en otras literaturas fuera de Europa y América Latina, como en África o Asia. Mo Yan, escritor chino y Premio Nobel de Literatura 2012, ha reconocido abiertamente la influencia de Gabriel García Márquez en su obra y ha sido explícito en reconocer a García Márquez como una de sus mayores influencias.“Mo Yan confesó en algún momento de 2012 ser un admirador del realismo mágico de Latinoamérica y de las obras de García Márquez. Además de la admitida influencia del colombiano de las mariposas amarillas en su obra, Mo reconoce que autores como el peruano Mario Vargas Llosa y el mexicano Juan Rulfo dejaron huella en los escritores chinos de su generación. Sin duda, sus historias se ocultan tras la capa del “realismo mágico chino”[2].
Tres escritores africanos: Moses Isewaga, Ngugi wa Thiong’o y Mia Couto. “De los tres autores arriba mencionados, el ugandés Moses Isewaga admitía abiertamente la influencia del colombiano en su trabajo: “El realismo mágico de García Márquez encuentra grandes correspondencias en África. En Uganda también escuchas historias tan fantásticas como las que cuenta García Márquez. De hecho, las vives diariamente (…) Cien años de soledad me sirvió de modelo para escribir mi novela”[3]. Mia Couto, de Mozambique, afirma que «África está llena de Macondos»[4], y luego aclaró que allá es realismo real, lo mismo que pensamos lo escritores nacidos en Latinoamérica, así lo sentí cuando leí La mala hora, la primera de mis lecturas de la obra del colombiano. Los libros de Gabriel García Márquez que leí en mi juventud me sirvieron para reconocerme como un escritor del sur del sur, un escritor del sur/realismo.
En cierta ocasión, cuando tenía unos trece años, mi padre me regaló un libro de cuentos llamado Los funerales de la Mamá grande y al mirar la foto del autor los hallé parecidos físicamente; mi padre se rio de la ocurrencia y me advirtió que depositaba en mis manos un libro del que sería el más grande escritor de América latina, que estaba destinado a ganar el Premio Nobel de literatura. En 1982, cuando yo ya tenía 25 años y me había leído todo lo que el colombiano había publicado, la profecía de mi padre se cumplió y yo me sentí tan feliz como si me hubiera ganado la lotería. Sentí que con ese premio reconocían la literatura de una región del mundo y su mágica forma de afrontar la vida.
Así es, todos tenemos un padre literario, aunque nunca lo hayamos conocido o no asúmanos como tal y yo tuve varios de los del Boom. Sin embargo, me fue dado recordar que la novela de Rulfo marcó a fuego mi vocación de escritor que fui recogiendo las imágenes hechas palabras bajo mi piel, quizá las ahorraba para cuando me hicieran falta y ahora reconozco que así fue durante toda mi creación literaria y sé que aún hay muchas más imágenes reciclándose en mis venas. Una alta noche, años después de la muerte de mi padre acaecida en 1989, mientras caminaba de regreso a mi casa y el frio obligaba a los pobladores de la ciudad de La Paz a buscar cobija en su hogares, observé las desoladas calles e imaginé que caminaba por Luvina, el pueblo condenadamente silencioso de Rulfo, recordé que había leído por tercera vez Pedro Páramo y sentí que su hijo Juan Preciado caminaba a mi lado, apurábamos el paso al tiempo que me contaba que fue conociendo a su padre por las voces que le confesaban quien fue; entonces evoqué a mi propio padre, Antonio, historiador y escritor, con el que había vivido en periodos cortos en vacaciones escolares y, por tanto, no sabía mucho de su vida cotidiana, recordé las voces que, por las ciudades y pueblos de Bolivia que visitaba, me hablaban de él, a través de esas historias fui conociendo más de su vida política, intelectual, así como de sus amores, sonreí, con íntima satisfacción, al comparar el cariño que despertaba el recuerdo de mi padre, frente al desprecio que generaba el dueño de la Media Luna y supe, por alguna razón recóndita, que mi país se había convertido en Comala y yo en Juan Preciado, descubriendo que mi padre era el mundo por escribir. Mi padre fue mi primera influencia literaria.
En el discurso que leyó Mo Yan al recibir el premio Nobel, el 7 diciembre de 2012, agradece las influencias literarias y nos explica la necesidad de alejarnos luego de ellas: “Tengo que confesar que en el proceso de creación del distrito Dongbei de Gaomi en mis obras, William Faulkner, el escritor estadounidense, y García Márquez, el escritor colombiano, me han inspirado mucho. Entonces no había leído sus obras minuciosamente, pero su espíritu creador y su generosidad me animaron mucho. Me hicieron entender que cada escritor debía tener una especialidad. Una persona tiene que ser modesta en su día a día, sin embargo, debe ser altiva y decidida en su producción literaria. Durante dos años seguí los pasos de estos dos maestros, pero luego me di cuenta de que tenía que alejarme de ellos. Esto lo expresé en un artículo: “Estos dos maestros son como dos hornos al rojo vivo y yo como un trozo de hielo, por lo que si me acercase mucho a ellos me evaporaría”. A mi juicio, la influencia que se recibe de otro escritor se debe a la semejanza espiritual que escondemos en el fondo del corazón, como lo que se dice en China: dos espíritus similares se entienden enseguida. Por tanto, aunque no les hubiera leído muy atentamente, con solo unas páginas podía entender lo que habían hecho, podía entender cómo lo habían hecho y a continuación me quedaba claro lo que debía hacer y la forma de hacerlo”.[5]
Acerca de las influencias en la literatura, Alejandro Gamero, afirma: “Desde este punto de vista la literatura se va generando como una red descomunal de influencias literarias. Sin embargo, aunque es un aspecto muy estudiado, a menudo es muy difícil determinar cómo se han producido esas influencias. Puede ocurrir que un autor influya a otro autor y este a su vez lo haga con un tercero que no ha llegado a leer al primero, y así sucesivamente”[6]
Es tan importante poseer influencias literarias que, como las tradiciones y los mitos, hay que inventarlas si uno no logra identificar las suyas, porque como las brujas de que las hay las, incluso sin importar si uno haya leído o no a determinado escritor o escritora, porque sus aportes ya circulan en la memoria colectiva.
Creo que eso es lo que hemos hecho quienes hemos consentido las innegables influencias de los escritores del Boom, aunque algunas de estas influencias nos marcaron a fuego y las cicatrices aún quedan en nuestras escrituras; de ellos aprendí que las palabras nos tienen que transmitir, además de significados y enunciaciones, todos los sentidos: visuales, auditivos, olfativos, gustativos y táctiles, porque la palabra es la que da sentido a todos ellos; si no lo he logrado es mi responsabilidad.
El tiempo y la memoria
La percepción del tiempo como algo no lineal o cíclico es un tema recurrente en los escritores del Boom, con narrativas que cruzan el pasado, el presente y el futuro. El tiempo refleja la repetición de los eventos históricos y familiares, es parte de la vida misma. En las novelas históricas los escritores manipulan el tiempo para explorar la memoria histórica de América Latina, cuestionando cómo los eventos del pasado moldean la identidad presente o cómo desde el presente se puede reinterpretar y romantizar el pasado. El tiempo y la memoria en los escritores del Boom Latinoamericano no son solo elementos narrativos, sino que también son herramientas para explorar la identidad, la historia y la cultura de la región.
En Pedro Páramo, por ejemplo, se combinan diferentes tiempos narrativos en la voz de los muertos. En Rayuela, Cortázar deja que el lector elija el orden de los capítulos, lo que provoca una experiencia temporal no cronológico, que se interrumpe en cada división.
Amor y sexualidad
Muchos escritores del Boom representan el amor en todas sus dimensiones: romántico, carnal, idealizado y destructivo. La identidad de los personajes a menudo se construye a través de sus relaciones amorosas. La búsqueda de la conexión emocional se entrelaza con la búsqueda de la identidad personal y cultural. La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares explora el amor imposible y obsesivo en un contexto fantástico.
Temas tabúes como la sexualidad, el deseo y las relaciones humanas fueron abordados sin censura, muchas veces en tensión con los valores tradicionales; la sexualidad a menudo se entrelaza con el poder. A través de personajes que desafían las convenciones, los autores critican la hipocresía y la represión sexual de sus contextos. La ciudad y los perros de Vargas Llosa incluye escenas que confrontan la masculinidad y el deseo en un entorno militar.
El amor y la sexualidad en la narrativa del Boom Latinoamericano no solo son temas centrales, sino que también sirven como vehículos para explorar cuestiones más amplias de identidad, poder y crítica social. A través de personajes complejos y tramas ricas, estos autores ofrecen una visión multifacética de las relaciones humanas en un contexto de cambio y agitación permanente.
La soledad
Muchos personajes del Boom son seres solitarios que luchan contra el sentido de alienación en sus vidas, ahí está Kafka. Los autores exploraron cómo las estructuras sociales, políticas y culturales limitan al individuo. Rayuela de Cortázar refleja la alienación existencial de su protagonista, Horacio Oliveira, en su búsqueda de sentido.
La soledad en las novelas del Boom a menudo se presenta como una consecuencia de la modernidad y de la ruptura de las estructuras sociales tradicionales. Los personajes se enfrentan a un mundo que les resulta ajeno, lo que les lleva a experimentar un profundo aislamiento emocional.
En la novela El túnel de Ernesto Sábato, el protagonista es un pintor obsesionado con una mujer y el autor refleja la angustia y la soledad del personaje, así como la incapacidad de comunicarse y conectar con los demás
Violencia y caos
La violencia estructural, las guerras civiles y los conflictos de clase son temas recurrentes en las obras del Boom. Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier refleja la violencia inherente a los procesos de modernización en América Latina. La violencia política en muchos países latinoamericanos, marcada por dictaduras, revoluciones y conflictos internos, se convierte en un telón de fondo en las obras del Boom. Esto se refleja en la descomposición social y en la lucha por el poder.
Muchas narrativas muestran sociedades marcadas por la corrupción, la pobreza y el desmoronamiento de valores. Conversación en La Catedral de Vargas Llosa explora la decadencia moral de una sociedad bajo una dictadura. La desigualdad y la injusticia social son temas recurrentes. El caos que resulta de estas condiciones se manifiesta en la vida cotidiana de los personajes, quienes a menudo enfrentan situaciones extremas. La pregunta del protagonista es clave: «¿En qué momento se jodió el Perú?«
Para responder esa pregunta aconsejo leer la saga La guerra silenciosa de Manuel Scorza, magnífico escritor peruano que llevó el realismo mágico a Los Andes, en sus novelas encontrarán los antecedentes de la situación peruana, con elementos míticos y personajes colectivos. La guerra silenciosa contempla: Redoble por Rancas (1970), Historia de Garabombo, el invisible (1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del relámpago (1979).
Para los que no lo han leído aún al maestro Scorza, les paso un fragmento de un artículo de José Luis Alvarado sobre la narrativa de Scorza: “el elemento fantástico dota de una nueva dimensión el conflicto entre el mal y la justicia: el protagonista, Héctor Chacón, es también llamado el Nictálope, puesto que puede ver perfectamente en la oscuridad de la noche; otro personaje, el Ladrón de caballos, puede hablar con los animales, que participan en la solidaridad del pueblo, hasta el punto de que los cerdos servirán también como instrumento para la lucha, o los mismos caballos serán entre ellos mensajeros de órdenes y noticias cuando la parcelación de la tierra haga imposible la comunicación entre los humanos. Sin embargo, también protagoniza la lucha un viejo pastor al que el ejército mata todo lo que tenía, un rebaño de ovejas, y que decide enfrentarse con el cruel capitán de manera mesiánica solo con sus puños, recibiendo sucesivas palizas, de las cuales, milagrosamente, se recupera para seguir incordiando a las autoridades.”[7]
Metaficción: La escritura como acto central
Muchos escritores del Boom reflexionaron sobre el acto de escribir y el papel de la literatura en la sociedad. El siglo de las luces de Alejo Carpentier y Rayuela de Cortázar contienen elementos de autorreferencialidad que cuestionan el papel del autor y el lector, nos hace reflexionar sobre el acto de narrar, cuestionando la relación entre ficción y realidad y la naturaleza de la literatura, incluyendo al lector como personaje.
La novela El Obsceno pájaro de la noche, de José Donoso, mezcla las voces narrativas de la primera, segunda y tercera personas.
Críticas y críticos al Boom
El Boom recibió múltiples críticas desde sus inicios, tanto por parte de autores contemporáneos a los privilegiados, como de generaciones posteriores. Estas críticas abarcan aspectos literarios, ideológicos y socioculturales.
Existen críticos que sostienen que algunas de las obras del Boom, con su estilo experimental y sofisticado, estaban dirigidas a una élite intelectual y académica, dejando de lado a los lectores comunes que habría generado desconexión con las masas populares de América Latina. Se ha señalado que libros como Rayuela de Julio Cortázar, con su estructura fragmentaria y sus referencias culturales complejas, no eran accesibles para todos los lectores.
Escritores como José María Arguedas lamentaron que los autores del Boom descuidaran las tradiciones literarias autóctonas y populares de América Latina; cuestionando que el tratamiento de la identidad es superficial y folclórico, con énfasis en lo exótico. Jorge Icaza y José María Arguedas abogaron por una literatura más conectada con las realidades indígenas y campesinas, frente a lo que consideraban una influencia excesiva de modelos extranjeros.
Algunos consideraron que el éxito del Boom se debió más a las estrategias comerciales de editoriales europeas que al valor intrínseco de las obras. Se acusó a los escritores del Boom de “escribir para Europa” de manera mercantilizada, al priorizar temáticas y estilos que interesaran al público extranjero en lugar de reflejar fielmente la realidad latinoamericana. Escritores regionalistas, como el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (Premio Nobel de Literatura 1967), consideraron que el Boom desdibujaba las particularidades locales a favor de una visión homogénea y comercializada de América Latina.
El escritor chileno José Donoso, también del Boom, señaló en Historia personal del Boom (1972) que la internacionalización se debió en gran parte al interés del mercado europeo. Vale la pena detenernos en este libro, una autobiografía en que cuenta su propia experiencia con el Boom: “Nos hallamos ante un libro de características poco frecuentes en lengua castellana. Por un lado, una autobiografía literaria: la dificultosa formación de un escritor, los factores ambientales, amistades y lecturas que han ejercido influencia sobre él. Por otro lado, la crónica —desde dentro— del llamado Boom de la novela hispanoamericana en la década de los sesenta, este periodo de esplendor en el que aparecieron Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, así como importantes obras de escritores ya consagrados o de más edad como Carpentier, Cortázar, Lezama Lima, Onetti y Sábato. En esa época —en la que, según palabras de Donoso «para los hispanoamericanos la novela se transformó de pronto en la forma artística por excelencia»— se produce el tránsito del escritor confinado en su propio país hacia una mayor internacionalización y cosmopolitismo, en la mayoría de los casos propiciada por el exilio, que hace explotar las viejas formas narrativas, por lo general momificadas hasta entonces en el costumbrismo o en la mera denuncia social. Tránsito que, respaldado por una mayor madurez lectora y una más despierta actitud editorial, posibilita dicho boom”[8].
«El ‘boom’ no fue un movimiento literario, fue un estallido cultural y comercial que transformó la literatura.»
La ausencia de voces femeninas
Podemos afirmar que el Boom fue un fenómeno dominado por hombres, donde las voces femeninas y las perspectivas de género fueron prácticamente ignoradas. Autoras como Rosario Castellanos y Elena Garro, entre otras, que exploraban temas de género y culturas marginales, no recibieron el mismo reconocimiento que sus contemporáneos masculinos. Hoy, existe una corriente que intenta reivindicar la obra literaria de Garro como una gran escritora, incluso precursora del Realismo mágico con novelas como Los recuerdos del porvenir (1963), premio literario Xavier Villaurrutia, en 1963. Sin embargo, fue invisibilizada por su propio esposo, Octavio Paz.
«Para Elena Garro el realismo mágico era una etiqueta mercantilista que la molestaba porque ella decía que el realismo mágico era la esencia de la cosmovisión indígena, por lo tanto, no era nada nuevo bajo el sol»[9] Garro, en particular, rechazó abiertamente al Boom, calificándolo como “una mafia” y acusando a sus autores de monopolizar la atención del público y la crítica.
Albalucía Ángel, es una escritora colombiana que fue eclipsada por la fama de su compatriota García Márquez; una de sus novelas lleva un hermoso y poético título: Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón. Es menester también citar la obra de la extraordinaria Marta Traba y sus importantes aportes en la crítica literaria
Romantización de la política y las revoluciones
Algunos escritores del Boom fueron criticados por su postura política idealista, especialmente su apoyo inicial a la Revolución Cubana. Se acusó a ciertos autores de romantizar las revoluciones y no reconocer las contradicciones y abusos asociados a ellas. Mario Vargas Llosa, quien primero apoyó a la Revolución Cubana, luego se distanció del régimen de Fidel Castro, marcando una ruptura dentro del grupo y dividiendo para siempre las aguas.
Octavio Paz rompió con algunos autores del Boom, como Gabriel García Márquez, a quienes acusó de defender regímenes autoritarios.
A propósito del tema político, en el congreso internacional «El canon del boom», que se celebró en Madrid, el año 2012, en el que cerca de 50 escritores analizaron este fenómeno literario, Mario Vargas “manifestó no obstante que aquel ‘entusiasmo compartido’ y la ‘fraternidad»’ entre los escritores que lo protagonizaron no duró más de diez años. La política, dijo, creó una ‘enorme división’ entre los autores de aquella ‘empresa común’.”[10]
Una pregunta me ronda desde hace décadas: ¿Qué tan fieles fueron a la realidad que decían representar? ¿Es fácil ser revolucionario después del éxito editorial y económico y vivir en grandes ciudades europeas o latinoamericanas?
¿Un Boom excluyente?
Si bien el Boom se promocionó como una representación de la literatura latinoamericana, excluyó a muchos países y autores que, por muchas razones, no pudieron tener agentes literarios ni llegar a editoriales europeas. Los escritores más destacados del estallido literario provenían principalmente de países como Argentina, México, Chile, Cuba, Colombia y Perú, dejando fuera a otros como Bolivia, Paraguay o los países centroamericanos.
La obra de autores como Augusto Roa Bastos, aunque valorada, quedó en un segundo plano frente a las figuras centrales del Boom y la del boliviano Augusto Céspedes nunca fue tomada en cuenta. Los dos augustos fueron grandes escritores y en la madurez de sus vidas explotó el Boom de la literatura latinoamericana con los nombres ya conocidos, entre ellos el del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, no así el de nuestro compatriota, cuya obra tenía suficientes méritos y calidad literaria para que su figura formara parte de esa generación que cambió el rumbo de la literatura en lengua española.
Legado literario e influencia en nuevas generaciones
Si bien hubo otras generaciones literarias posteriores al Boom, entre ellas la Generación Crack y la McOndo, que aparecieron en latinoamericana a fines del siglo XX, jóvenes narradores cuyas obras narrativas, novelas y cuentos, no alcanzó el nivel de aquellos de los que pretendían enterrar y hay que reconocer que más allá de ciertas críticas que ya quedaron en el olvido, dialogaron con ese estilo que las sobrevivió.
La importancia del Boom Latinoamericano en el tercer milenio radica en su persistente impacto cultural, literario y político, a pesar de los cambios en las dinámicas sociales y en las formas de producción y consumo literario.
Hoy, las obras del Boom siguen siendo puntos de referencia en estudios literarios globales. Las técnicas narrativas como el realismo mágico, los juegos temporales y los múltiples puntos de vista han inspirado a autores del siglo XXI a experimentar con nuevos formatos.
En un mundo marcado por conflictos políticos similares (como desigualdad, migraciones masivas y populismos), los textos del Boom siguen proporcionando claves para entender la realidad.
Obras como Pedro Páramo, Cien años de soledad o más contemporáneas como la novela de Laura Esquivel Como agua para chocolate, están siendo reinterpretadas en plataformas audiovisuales llevando el legado del Boom a nuevas generaciones de lectores y espectadores. Esto demuestra que los temas y estéticas del Boom se mantienen relevantes y vigentes en formatos digitales.
No obstante, el Boom surgió en un contexto analógico, su experimentación narrativa ha sido retomada en la literatura digital del siglo XXI. Las estructuras fragmentadas de obras como Rayuela encuentran eco en los hipertextos y narrativas interactivas contemporáneas.
Las obras de este fenómeno cultural, que llevó la literatura latinoamericana a la escena mundial, siguen siendo fundamentales en los programas de literatura universal, garantizando su vigencia en la formación cultural de nuevas generaciones., Para examinar algunas: Cien años de soledad es estudiada no sólo como obra literaria, sino también como un espejo de la historia y la cultura de América Latina. Rayuela como crisis de identidad y búsqueda de sentido: Horacio Oliveira, representa el desencanto del individuo que busca respuestas tanto en el arte, la filosofía, como en las relaciones humanas, sin embargo, también es un desarraigado, un expatriado en París, como muchos intelectuales latinoamericanos en el siglo pasado y el presente. La guerra del fin del mundo reflexión sobre el conflicto entre modernidad y tradición, modernidad y fanatismo; la multiplicidad de voces y narradores muestra la complejidad de la realidad, destacando que ninguna visión es absoluta, Aura explora tiempo no lineal, propio de las culturas prehispánicas, contrastándolo con la modernidad occidental. Esto dialoga con el interés por las raíces culturales de América Latina.
En el tercer milenio, el Boom Latinoamericano no es solo un capítulo cerrado en la historia literaria, sino un referente vivo que sigue dialogando con las nuevas realidades. Su capacidad para combinar lo local y lo universal, lo político y lo literario, asegura su relevancia, mientras que su legado se adapta y renueva en la literatura contemporánea y en los nuevos medios.
Varios autores contemporáneos han reivindicado la importancia del Boom Latinoamericano, tanto por su innovación literaria como por su impacto en la globalización de la literatura en español y sigue siendo un modelo para escritores contemporáneos.
Mariana Enríquez ha señalado la influencia del Boom en su obra, particularmente en su interés por lo fantástico y la construcción de lo local como un espacio universal. “El Boom Latinoamericano fue el de un continente con esperanzas».[11]
Jorge Volpi ha elogiado la capacidad del Boom para romper fronteras literarias y llevar la narrativa latinoamericana a un nivel universal. “La ausencia de mujeres fue un punto débil del ‘boom’ que reinventó, no solo la literatura latinoamericana, sino a la propia América latina. Gracias a ellos, ya no podemos imaginarla del mismo modo”[12]
Aunque Fuguet formó parte de una generación que intentó romper con la sombra del Boom, admite que el movimiento fue fundamental para la construcción de una identidad literaria latinoamericana.
Juan Gabriel Vásquez es uno de los mayores defensores del Boom en el ámbito contemporáneo. “El Boom nos enseñó a pensar en nuestra literatura como algo universal, no como una curiosidad regional. Es un error querer renegar de ellos, porque su obra sigue siendo una lección de maestría narrativa.”
Si bien las críticas a la explosión literaria latinoamericana evidencian sus limitaciones y contradicciones, también resaltan su impacto duradero. Aunque muchos de estos escritores buscan caminos distintos, el Boom es visto como una referencia inevitable en su formación y en su visión de la literatura y eso advierte también en los centros académicos en los que existen eruditos estudios postcoloniales, decoloniales y feministas actuales intentando reinterpretar el fenómeno desde la contemporaneidad. William Ospina lo aclara: «El «boom» es una referencia fundamental, nunca una sombra». Este movimiento literario transformó la percepción que se tenía de América Latina, pero dejó preguntas abiertas sobre la representación, la autenticidad y la inclusividad en la literatura latinoamericana.
El Boom también permitió visibilizar a escritores y poetas anteriores a la eclosión y abrir espacios a los que vinieron. Este texto es una manera de honrar ese periodo conocido también como el auge de la novela latinoamericana y sus autores.
[1] https://www.swissinfo.ch/spa/dos-soledades-el-origen-del-boom-seg%C3%BAn-garc%C3%ADa-m%C3%A1rquez-y-vargas-llosa/46553052
[2] https://yucatancultura.com/mo-yan-o-el-realismo-magico-chino/
[3] https://literafricas.com/2014/04/17/gabo-y-los-escritores-africanos/
[4] https://elpais.com/elpais/2013/09/27/eps/1380282368_900161.html
[5] https://www.nobelprize.org/prizes/literature/2012/yan/25459-mo-yan-discurso-nobel/
[6] https://lapiedradesisifo.com/2016/04/03/quien-influyo-quien-mapa-de-influencias-de-29-escritores/
[7] https://cicutadry.es/redoble-rancas-manuel-scorza-genuino-realismo-magico/
[8] https://www.anagrama-ed.es/libro/serie-informal/historia-personal-del-boom-/9788433904119/SI_11
[9] https://www.elmundo.es/cultura/2016/10/30/5814d0a5e2704e58258b45ba.html
[10] https://www.dw.com/es/el-boom-demostr%C3%B3-que-am%C3%A9rica-latina-no-s%C3%B3lo-daba-dictadores/a-16358017
[11] https://www.ambito.com/espectaculos/mariana-enriquez-el-boom-latinoamericano-fue-el-un-continente-esperanzas-n5978589
[12] http://www.casadecolon.com/noticias/-/asset_publisher/EmvnMhg8SuQk/content/noticia-jorge-volpi-la-ausencia-de-mujeres-fue-un-punto-debil-del-boom-que-reinvento-no-solo-la-literatura-latinoamericana-sino-a-la-propia-america-la/7531811
Homero Carvalho Oliva (Beni, 1957).