Un mundo lúdico, estable y feliz es lo que deseemos la mayoría de los hombres. Sin embargo, para Huxley esas características encubren a una civilización sometida al peor de los totalitarismos, el que domina la consciencia.
Aldous Huxley nació en 1894 en Godalming, Inglaterra y falleció en 1963, en Los Angeles, California, después de cumplir 63 años. El escritor y filósofo publicó más de 50 libros. Su abuelo fue T. H. Huxley, un biólogo que defendió férreamente la Teoría de la Evolución, además fue reconocido por Real Society. Su madre fue descendiente del poeta y teólogo Matthew Arnold. En Aldous convergieron la ciencia y las humanidades.
Su educación la realizó en el prestigioso Eton College y posteriormente en Oxford donde estudió Literatura Inglesa. Aunque vivió aislado de los círculos intelectuales coincidió con algunos intelectuales muy importantes como Bertrand Russell o George Orwell.
Un distintivo de Huxley fue su capacidad creativa para anticipar posibles escenarios distópicos. Sobre todo, relacionadas con el “avance/desarrollo tecnológico” y su impacto en la sociedad. En este vértice de su vida crea, en solo cuatro meses, una de las obras más horrendamente verosímiles sobre un futuro que denomina: “Un mundo feliz”.
Su texto muestra una sociedad gobernada por un poder totalitario, que funciona como una dictadura casi planetaria, pero sus habitantes no lo perciben de esa manera. Se gobierna la población civilizada mediante un sistema “natural” de castas producidas genéticamente. Los individuos han sido concebidos y clasificados en laboratorios mediante procesos estandarizados. Cada casta tiene pautas de comportamiento modeladas desde sus primeros días de vida mediante estímulos físicos y contenidos discursivos. Esto los induce a adecuarse a una realidad y un tipo verdad, que no pueden quebrantar.
Desde la infancia se promueve abiertamente las pasiones más básicas y complejas, y al consumo de “soma” un estupefaciente que induce a olvidar lo malo. Por lo que se elimina la diferenciación que entre las generaciones de adolescentes y adultos. A pesar de esto en el fondo se observa que esta sociedad no existe ningún tipo de libertad.
Esta novela, a diferencia de la novela “1984” de George Orwell, proyecta una dictadura y el sometimiento de los seres humanos mediante el hedonismo o el gozo propiciado artificialmente, y no por medio de la imposición del sufrimiento como Orwell plantea.
Años después de su obra, Huxley reflexionó sobre la posibilidad de que se haga realidad la sociedad que en algún tiempo imagino. Su principal conclusión es que no solo es verosímil, no por el normal desarrollo tecnológico, sino por el uso que se le daría a esa tecnología. Es muy plausible que la tecnología y la ciencia se utilizan para someter y esclavizar al hombre.
Que en un futuro, con el objetivo de tener una sociedad estable se tomen decisiones que comprometan la libertad y la intimidad, mediante el uso de la tecnología y la ciencia, y se sometan a las personas es una posibilidad latente.
Huxley hace una reflexión, que tiene cierta relevancia para la actualidad, aunque sobre la tecnología más importante de su época: la bomba atómica. Indica que esta tecnología generaría una confusión social y económica, esto influirá en la centralización y el aumento de prerrogativas para los gobiernos. Provocando gobiernos totalitarios que faciliten una adaptación a esta tecnología. La tecnología atómica no es la más relevante en la actualidad, pero la reflexión podría aplicarse en el momento aparezca una tecnología disruptivo que provoque el colapso en los sistemas económicos, sociales y políticos a nivel global. Huxley nos permite indagar que ante la inestabilidad aparecen centros de poder que acumularán el poder para imponer una realidad que finalmente consiga el objetivo de la estabilidad.
Para una sociedad tecnológicamente avanzada el sometimiento logrado por la fuerza o la coerción es ineficiente. Pero que esté sociedad sea inducida a amar su esclavitud se convertirá en la virtud del desarrollo tecnológico.
Huxley plantea otro aspecto fundamental que cualquier gobierno totalitario mundial estaría dispuesta a aplicar; señala que a medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Finalmente, Huxley desvela prolijamente que los humanos son capaces de cuestionar su realidad aun si se encuentran en un totalitarismo perfecto.