Los preparativos para festejar una posible victoria de Lula en primera vuelta se frustraron al conocer los resultados oficiales. Y es que las encuestas mostraban una victoria contundente de Lula por más del 50% de los votos y veían a Bolsonaro impopular y derrotado. Sin embargo la realidad es otra.
Lula da Silva obtuvo el 48,4% y Bolsonaro 43,2%, una diferencia de seis millones de votos. A pesar que la coalición de Bolsonaro en el Congreso y Senado obtuvo los mejores números. Esta bancada se ha consolidado como un contrapeso y limitante para Lula, si es que gana de la segunda vuelta. Ambos candidatos concentran más del 90% de los votos, reflejando así el altísimo grado de polarización de la sociedad brasileña y de las estrategias de campaña que desacreditan al oponente.
Si el rechazo al oponente es elevado es porque expresa un fuerte apego de los diversos sectores de la sociedad hacia los candidatos. Lula recibe el apoyo de la población en situación de pobreza, los afrodescendientes y las regiones del norte y noreste, siempre apelando a la reminiscencia de un pasado mejor. Bolsonaro tiene una fuerte presencia en la triple B (BBB: Bueyes, Balas y Biblia como señala Rafa Rubio): los sectores agrícolas, los militares y creyentes, entre quienes hace eco el miedo a la izquierda y la ideología de género, también la defensa de la moral, la familia y el orden.
Si Lula apeló a la moderación y centrismo para atraer votantes de la derecha, ahora debe hacer un esfuerzo mucho mayor. Como intenta con los sectores evangélicos y católicos. Por su parte Bolsonaro buscará mejorar el desempeño de la economía y repartir ayudas entre la población más necesitada, antes del 30 de octubre. Solo los resultados nos confirmarán cuál de las estrategias fue mejor.
El economista y docente, Hugo Balderrama, explica que no importan tanto las narrativas que busquen enmarcar los políticos sino la realidad que viven los ciudadanos. También llama a entender que los políticos de corte populista como Lula prometen muchas cosas, pero su objetivo fundamental es buscar el poder y permanecer en él, a como de lugar. También indica que se encuentra contento porque el movimiento que inició Bolsonaro permanecerá más allá de él. Sin importar si gana o pierde, el movimiento se fortalecerá y tomará vida propia, como reflejan los resultados del Congreso, Senado y Gobernadores de Estado.
Esto último es un tema que llama la atención en todo el mundo. Cómo es posible que un movimiento altamente cuestionado y adjetivado eche raíces tan profundamente. La principal conclusión es que no tiene impacto llamar ultraderecha o fachos a quienes no piensan igual. Sobre todo si cuentan con una base electoral fuertemente arraigada o si pusieron en marcha políticas beneficiosas para la sociedad.
Tampoco hay que dejar de lado el fuerte cuestionamiento a la legitimidad del proceso electoral, que Bolsonaro reclamo previamente a las elecciones. En 2020, alrededor del 80% de la población no tenía confianza en la honestidad de las elecciones, según los datos presentados en el «Power Atlas» de ECFR. A esto se debe sumar que en 2018 se acreditó que en las elecciones de Brasil hubo una interferencia extranjera, proveniente de Rusia, que buscó intensificar aquellas voces que cuestionaban las elecciones, en las redes sociales. Además según el Lationobarometro (2020), al 36% de la población brasileña le da igual un régimen democrático o autoritario. Estos datos pueden explicar futuras acciones: desde cambiar el método electoral o hasta desacreditar los resultados o la democracia.
Para finalizar, las elecciones en Brasil van a confirmar o rechazar ciertos aspectos globales que preocupan al mundo de la política; primero puede definir el giro de Latinoamérica a la izquierda con una victoria de Lula; segundo la derrota de Bolsonaro puede confirmar la tendencia que tienen los candidatos “incumbent” (candidatos oficialistas) a perder elecciones, tal vez porque se los hace responsables de los efectos de la pandemia; y que los ganadores no disfrutan de un extenso período “luna de miel”, sino que sus niveles de popularidad bajan rápidamente después de ser electos, ver los casos de Petro y Boric.
Por mucho que se diga, estás elecciones nos muestran que las victorias y las derrotas no son definitivas.
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