Es una realidad latinoamericana la concentración de la propiedad de medios de comunicación en conglomerados tipo emporios, como TelevisaUnivisión en Estados Unidos de Norteamérica y México, Caracol Televisión en Colombia, el Grupo Clarín en Argentina, el Grupo O Globo en Brasil y El Mercurio en Chile; entre muchos otros. Los denominados medios hegemónicos de comunicación no son simples transmisores de información, sino aparatos de poder que moldean percepciones y definen qué es verdad y qué es mentira. En los hechos definen a su gusto y conveniencia el sentido común de las sociedades. Para Pierre Bourdieu los medios de comunicación son un campo atravesado por relaciones de dominación, donde unos pocos monopolizan la palabra y expulsan a las mayorías del debate público.
El ejemplo más evidente en Bolivia fue el 2019. La prensa tradicional, alineada con la narrativa del “fraude electoral”, incluso antes de desarrollarse las elecciones generales, no necesitó mayores pruebas que un informe preliminar de la Organización de Estados Americanos (OEA) para legitimar la subversión del orden constitucional; origen de las masacres de Sacaba y Senkata; denominadas así por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la propia OEA. Siguiendo la lógica de Herman y Chomsky, los medios aplicaron un modelo de propaganda basado en la invisibilización, incluso justificación, de muertos. El blindaje comunicacional y la narrativa generada justificó la violencia y presentó la ruptura del orden constitucional como si fuera una restauración democrática. Naturalizando en los hechos acciones delincuenciales como quemas de los tribunales electorales departamentales, secuestros de familiares de autoridades, autoproclamaciones ilegales e inconstitucionales, quema wiphalas y re construcción simbólica de los valores, iconos y preceptos de un Estado republicano colonial ya superado a partir de la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado el año 2009.
Otro ejemplo de la realidad política y social de Bolivia intermediada por los medios hegemónicos de comunicación acontece durante conflictos sociales, ya que cuando estos son organizados por sectores populares, campesinos u organizaciones sociales tipo sindicatos inmediatamente se los etiqueta como “violentos”, “salvajes”, “bloqueadores” o “enemigos del progreso” estigmatizándolos en el tratamiento informativo. Pero, en contraste con otro ejemplo, cuando el empresariado cruceño paraliza el país, los titulares hablan de “resistencia democrática” realizando alegoría y apología, desde los medios, de estos acontecimientos. En esta dicotomía de construcción de sentidos bien podríamos recurrir a Martín-Barbero cuando refería que los medios no son ventanas neutrales a la realidad, sino fábricas de sentido común al servicio del poder económico.
En un mundo altamente conectado, donde se ha democratizado el acceso a la información y la comunicación por el propio avance tecnológico; la falta de pluralidad en los principales programas y espacios de análisis político, social, económico, jurídico; así como en informativos, revistas noticiosas, revistas de entretenimiento y otros productos audiovisuales que aun son preponderantes para la construcción y generación de percepciones comunes no es casualidad; es diseño.
Esta situación tan común en las sociedades latinoamericanas fomenta la polarización confortativa en una lógica única de amigo-enemigo, disminuyendo los estándares democráticos de nuestras sociedades mismos que deberían basarse fundamentalmente en la pluralidad de opiniones y criterios. De esta manera se alimentan ecosistemas construidos artificialmente donde opera la autoreferencia que a la vez genera cápsulas de pensamiento y opinión donde todos dirigen su comportamiento sobre la base de preceptos comunes rechazando fervientemente cualquier criterio, argumento o posición en contra de sus creencias altamente reforzadas por la repetición mediática.
La mayoría de medios de comunicación en sus diferentes expresiones físicas o virtuales, periódicos, radios y canales están en manos de unos pocos grupos familiares que se enriquecen monopolizando la palabra. Los medios comunitarios, indígenas o sindicales, reconocidos en la mayoría de las legislaciones latinoamericanas, sobreviven con escasos recursos y sin apoyo estructural. En la práctica, la pluralidad es un derecho escrito en papeles, pero negado en la realidad cotidiana.
Los grandes emporios mediáticos que funcionan como oligopolios de la información están diseñados y estructurados para silencian voces, presentar la fracción de la realidad que les conviene, construir narrativas y destruir cualquier pensamiento divergente o disidente a lo previamente planificado. Las construcciones de sentidos y narrativas no buscan formar una ciudadanía crítica, sino masas idiotizadas de mero consumo que traguen sin masticar los titulares fabricados en los escritorios de los propietarios y dueños de los medios de comunicación. Mientras la palabra siga secuestrada, la democracia será siempre incompleta; mas aún en un país como Bolivia donde su principal normativa que rige al ejercicio periodístico y regula los medios de comunicación, denominada Ley de Imprenta, data del año 1925.

Abogado, magister en comunicación estratégica y docente de pre grado de la Academia Nacional de Policías y de posgrado en la Universidad Mayor de San Andrés.



