Análisis geopolítico sobre cómo los conflictos contemporáneos redefinen las reglas del juego internacional
Por Revista Fizuras | 23 de julio de 2025
Cuando los Pequeños Pagan por los Grandes
En los salones de Davos y Munich, donde se reúne la élite global para diseñar el futuro del mundo, pocas veces se escuchan las voces de quienes más sufren las consecuencias de las grandes decisiones geopolíticas. Gaza y Ucrania no son solo tragedias humanitarias; son laboratorios donde se experimenta el nuevo orden mundial que está emergiendo de las cenizas del sistema post-1945. Para países como Bolivia, observar estos conflictos no es ejercicio de voyeurismo geopolítico, sino aprendizaje estratégico de supervivencia.
El filósofo camerunés Achille Mbembe nos advierte sobre la «necropolítica»: el poder de decidir quién puede vivir y quién debe morir. En Gaza, donde más de 40,000 personas han perdido la vida desde octubre de 2023, presenciamos la aplicación brutal de esta lógica. En Ucrania, donde el conflicto ha costado cientos de miles de vidas, vemos cómo las aspiraciones geopolíticas de las grandes potencias se traducen en sufrimiento masivo para poblaciones que nunca eligieron ser campos de batalla de disputas ajenas.
Para un país como Bolivia, con 11 millones de habitantes y recursos naturales codiciados globalmente, estas dinámicas no son abstractas. Son advertencias sobre lo que puede suceder cuando los intereses de las grandes potencias convergen sobre territorios pequeños pero estratégicamente valiosos.
Gaza: El Colapso del Derecho Internacional
El conflicto en Gaza ha revelado la fragilidad extrema del sistema de derecho internacional construido después de la Segunda Guerra Mundial. La Corte Internacional de Justicia emitió medidas provisionales ordenando a Israel cesar las operaciones que pudieran constituir genocidio. El resultado: escalamiento de la violencia y degradación acelerada de las instituciones multilaterales.
Esta dinámica no es nueva, pero su intensidad actual es sin precedentes. Como observa el analista Rashid Khalidi: «Gaza se ha convertido en el lugar donde el derecho internacional va a morir». Las implicaciones trascienden el Medio Oriente. Si las potencias pueden ignorar las decisiones de tribunales internacionales sin consecuencias significativas, el principio mismo de soberanía jurídica se desvanece.
Para países pequeños como Bolivia, esta erosión es existencialmente peligrosa. El derecho internacional ha sido históricamente el escudo de los débiles contra los fuertes. Bolivia utilizó este marco jurídico para defender sus derechos sobre el gas durante la Guerra del Gas de 2003, para reclamar acceso soberano al mar, y para proteger sus recursos naturales de la depredación externa. Sin derecho internacional efectivo, solo queda la ley del más fuerte.
El académico Noam Chomsky lo expresa con claridad brutal: «Para las grandes potencias, el derecho internacional existe cuando les conviene, y se ignora cuando obstaculiza sus objetivos». Gaza confirma esta hipótesis de manera dramática. Estados Unidos ha vetado múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad pidiendo alto al fuego. Europamantiene relaciones comerciales normales mientras declama sobre derechos humanos. China y Rusia critican la hipocresía occidental pero sin ofrecer alternativas concretas de protección internacional.
Ucrania: La Geopolítica de la Expansión
Si Gaza ilustra el colapso del derecho internacional, Ucrania demuestra cómo la expansión de bloques de poder convierte a países medianos en zonas de sacrificio geopolítico. La decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania no puede entenderse separada de la expansión eastward de la OTAN desde 1999, pero tampoco puede justificarse por ella.
Lo que importa para países como Bolivia es la lógica estructural que opera detrás de este conflicto. Ucrania se convirtió en campo de batalla porque las grandes potencias decidieron que sus intereses estratégicos eran más importantes que la soberanía ucraniana. Estados Unidos vio una oportunidad de debilitar a Rusia expandiendo su esfera de influencia. Rusiapercibió una amenaza existencial en la eventual membership ucraniana en la OTAN. Europa quedó atrapada entre su dependencia energética rusa y sus compromisos atlánticos.
El resultado: Ucrania paga el precio de decisiones tomadas en Washington, Moscú y Bruselas. Más de 6 millones de refugiados, destrucción masiva de infraestructura, y una economía devastada son las consecuencias de convertirse en proxy battlefield de la nueva guerra fría.
George Kennan, arquitecto de la política de contención durante la Guerra Fría original, advirtió en 1998: «La expansión de la OTAN sería el error más fatal de la política estadounidense en la era post-soviética». Su predicción resultó profética. Pero las advertencias de analistas estratégicos raramente influyen en decisiones tomadas por lógicas electorales domésticas y dinámicas burocráticas de las grandes potencias.
Las Nuevas Reglas del Juego Global
Los conflictos en Gaza y Ucrania están redefiniendo las reglas no escritas de la geopolítica global de maneras que afectan directamente a países como Bolivia:
Primera regla nueva: Los recursos energéticos estratégicos justifican cualquier nivel de violencia. Gaza posee reservas significativas de gas natural en sus aguas territoriales. Ucrania es corredor energético crucial entre Rusia y Europa. Bolivia posee las mayores reservas de litio del mundo, esenciales para la transición energética global. La conclusión es inevitable: el control de recursos estratégicos genera conflictos geopolíticos.
Segunda regla: Las instituciones internacionales son instrumentos, no limitaciones. La ONU, la CIJ, y el derecho internacional se utilizan cuando favorecen los intereses de las grandes potencias, y se ignoran cuando los obstaculizan. Para países pequeños, esto significa que la protección internacional es contingente, no garantizada.
Tercera regla: Las alianzas son tóxicas para países pequeños. Tanto Gaza (aliada de Irán) como Ucrania (aspirante a la OTAN) descubrieron que las alianzas con grandes potencias los convirtieron en objetivos de sus enemigos. Para Bolivia, la lección es clara: la no alineación activa puede ser más segura que la adhesión a bloques.
Cuarta regla: La opinión pública global es irrelevante. Miles de manifestaciones pro-palestinas y pro-ucranianas en decenas de países no han modificado las políticas de ninguna gran potencia. La movilización social global tiene impacto mediático pero escasa influencia política en decisiones geopolíticas estratégicas.
Multipolaridad Como Caos, No Como Orden
El «orden multipolar» que muchos analistas celebran como alternativa al «unipolarismo estadounidense» se revela, a través de Gaza y Ucrania, como caos multipolar. En lugar de balance estable entre potencias rivales, presenciamos competencia destructiva donde cada actor busca maximizar poder relativo sin consideración por estabilidad sistémica.
China mantiene relaciones comerciales normales con Israel mientras critica sus políticas. India compra petróleo ruso con descuento mientras mantiene alianzas estratégicas con Estados Unidos. Brasil critica la invasión rusa pero se abstiene en votaciones cruciales de la ONU. Sudáfrica acusa a Israel ante la CIJ pero mantiene relaciones diplomáticas normales.
Esta fragmentación de respuestas refleja la ausencia de hegemonía estabilizadora. Durante la Guerra Fría, la bipolaridad proporcionaba reglas claras: cada país sabía a qué bloque pertenecía y cuáles eran las consecuencias de cambiar de lado. En el «momento unipolar» post-1991, Estados Unidos establecía reglas que otros podían seguir o desafiar, pero que al menos existían.
En el caos multipolar actual, no existen reglas claras, solo competencia permanente entre potencias que se cancelan mutuamente. Para países pequeños, esto no representa mayor autonomía sino mayor incertidumbre. Como observa el politólogo Stephen Walt: «La multipolaridad no garantiza paz; solo garantiza que habrá más jugadores en el tablero de ajedrez».
El Dilema Boliviano: Litio y Soberanía
Bolivia enfrenta su propio «momento Gaza-Ucrania» en relación con sus reservas de litio. El «triángulo del litio»(Bolivia, Argentina, Chile) contiene más del 60% de las reservas mundiales de este mineral esencial para baterías de vehículos eléctricos y almacenamiento de energía renovable. Las proyecciones indican que la demanda global de litiose multiplicará por 40 veces para 2040.
Esta riqueza mineral convierte a Bolivia en objetivo geopolítico de las mismas potencias que compiten en Gaza y Ucrania. China controla ya significativas inversiones en litio boliviano a través de empresas como CATL y BYD. Estados Unidos desarrolla estrategias para reducir dependencia china en minerales críticos, incluyendo presiones sobre países latinoamericanos para diversificar sus socios. Europa busca «autonomía estratégica» en materias primas críticas como parte de su Green Deal.
La gestión del litio boliviano será test definitivo de la capacidad nacional para navegar presiones geopolíticas sin convertirse en proxy battlefield. Las opciones son limitadas pero cruciales:
Opción China: Profundizar alianzas con Beijing, obteniendo inversión masiva pero arriesgando dependencia tecnológica y presiones geopolíticas occidentales.
Opción Occidental: Diversificar hacia socios estadounidenses/europeos, accediendo a tecnología avanzada pero enfrentando condicionamientos políticos y competencia china.
Opción Soberana: Desarrollar capacidades nacionales de procesamiento, manteniendo control estratégico pero requiriendo inversiones masivas y tiempo considerable.
La historia del gas boliviano ofrece lecciones contradictorias. La nacionalización de 2006 recuperó control soberanopero limitó inversiones en exploración y desarrollo. La dependencia del mercado brasileño creó vulnerabilidades estratégicas que persisten hasta hoy.
Lecciones Estratégicas Para la Supervivencia
Los conflictos en Gaza y Ucrania ofrecen lecciones estratégicas específicas para países como Bolivia:
Primera lección: Diversificación como supervivencia. Países que dependen de un solo socio estratégico se convierten en rehenes de decisiones ajenas. Gaza depende de apoyo iraní; Ucrania apostó todo a integración occidental. Bolivia debe mantener relaciones equilibradas con múltiples potencias sin adhesión exclusiva a ninguna.
Segunda lección: Control nacional de recursos críticos. Países que permiten control extranjero de recursos estratégicos pierden soberanía real. Bolivia debe mantener propiedad estatal de reservas de litio mientras permite asociaciones estratégicas para desarrollo tecnológico.
Tercera lección: Instituciones regionales como escudo. Tanto Gaza como Ucrania carecen de organizaciones regionales efectivas que pudieran mediar conflictos. Bolivia debe fortalecer UNASUR, CELAC y otros marcos regionales como amortiguadores de presiones geopolíticas externas.
Cuarta lección: Diplomacia cultural como soft power. Países pequeños no pueden competir en hard power militar o económico, pero pueden desarrollar influencia cultural que genere solidaridades internacionales. La diplomacia cultural boliviana debe proyectar valores de plurinacionalidad, sostenibilidad y justicia social como alternativas a modelos hegemónicos.
Quinta lección: Preparación para lo impensable. Tanto Gaza como Ucrania fueron sorprendidos por escalamientos rápidos de conflictos que parecían gestionables. Bolivia debe desarrollar escenarios de contingencia para situaciones donde presiones geopolíticas sobre el litio generen crisis internas o intervenciones externas.
La Paradoja de la Pequeñez Estratégica
Paradójicamente, ser pequeño puede ser ventaja estratégica en el caos multipolar actual. Países grandes como Alemania o Brasil enfrentan presiones contradictorias que los paralizan. Alemania debe elegir entre dependencia energética rusa y solidaridad atlántica. Brasil debe equilibrar relaciones comerciales chinas con presiones de seguridad estadounidenses.
Bolivia, por su pequeñez relativa, puede maniobrar con mayor flexibilidad. No representa amenaza estratégica para ninguna gran potencia, pero posee recursos suficientemente valiosos para mantener relevancia geopolítica. Esta posición permite diplomacia de hedging: mantener buenas relaciones con potencias rivales sin alineación exclusiva.
El modelo a seguir no es Suiza (neutralidad pasiva) sino Singapur (no alineación activa). Singapur mantiene bases militares estadounidenses mientras desarrolla proyectos estratégicos con China. Compra armamento israelí mientras mantiene relaciones diplomáticas con países árabes. Su éxito deriva de proporcionar valor a múltiples actores sin amenazar a ninguno.
Hacia Una Doctrina Boliviana de Supervivencia
Los conflictos en Gaza y Ucrania demuestran que el orden internacional se está desintegrando sin que emerja sistema alternativo estable. En este contexto de incertidumbre estructural, Bolivia necesita desarrollar doctrina estratégicaespecífica para navegar el caos multipolar.
Los elementos centrales de esta doctrina serían:
Soberanía energética: Mantener control nacional sobre recursos críticos mientras permite asociaciones tecnológicascon múltiples socios.
No alineación activa: Desarrollar relaciones estratégicas con todas las potencias relevantes sin adhesión exclusiva a ningún bloque.
Diplomacia preventiva: Anticipar puntos de tensión geopolítica sobre recursos bolivianos y desarrollar mecanismos de mediación antes de que escalen.
Fortalecimiento regional: Liderar iniciativas sudamericanas para crear marcos institucionales que reduzcan vulnerabilidades compartidas.
Preparación de contingencia: Desarrollar capacidades nacionales para gestionar crisis derivadas de presiones geopolíticas externas.
La pequeñez de Bolivia no es debilidad inherente sino condición estructural que requiere estrategias específicas. Los gigantes pueden permitirse errores estratégicos; los pequeños necesitan precisión quirúrgica en cada decisión geopolítica.
Reflexiones Finales: El Arte de Sobrevivir Entre Gigantes
Gaza y Ucrania no son tragedias distantes sino advertencias próximas sobre lo que sucede cuando países pequeños se convierten en campos de batalla de disputas entre grandes potencias. Para Bolivia, observar estos conflictos no es voyeurismo geopolítico sino educación estratégica.
El orden mundial del siglo XXI será más peligroso e impredecible que el del siglo XX. No habrá hegemonía estabilizadora ni bipolaridad clara, sino competencia multipolar permanente donde países pequeños con recursos valiosos enfrentarán presiones constantes.
La supervivencia nacional en este contexto requiere sabiduría estratégica superior a la demandada en épocas de orden internacional estable. Bolivia debe aprender el arte de ser importante sin ser amenazante, valioso sin ser vulnerable, autónomo sin ser aislado.
Las fisuras del orden mundial que se revelan en Gaza y Ucrania pueden convertirse en oportunidades para países que desarrollen estrategias inteligentes de navegación geopolítica. O pueden convertirse en trampas mortales para quienes subestimen la nueva brutalidad de la competencia entre grandes potencias.
La elección está en nuestras manos. Pero el tiempo para decidir se agota rápidamente. Como advierte el realismo político clásico: en geopolítica, no decidir es también una decisión. Y las consecuencias de la indecisión pueden ser irreversibles.




