Desorientados por la coyuntura proselitista de las elecciones presidenciales 2025 en Bolivia, la población en general está atravesando una de las peores crisis económicas de nuestro siglo, la sociedad se ha vuelto víctimas de políticas populista del gobierno oficialista que al buen estilo del flautista de Hamelin llevan al despeñadero económico; recapitulando la historia salarial de Bolivia comenzando en la gestión 2005 con un salario mínimo nacional de 404 bs con su equivalente en dólares 50.5 dólares americanos al tipo de cambio oficial de ese periodo y una inflación de 4.9% al ahora 2750 bs pero con 2 tipos de cambio; el oficial equivalente a 395 dólares americanos y al paralelo 137 dólares respectivamente, más aun con una inflación proyectada del 15.8% por el Fondo Monetario Internacional, es decir triplicando el proceso de pérdida de poder adquisitivo de la moneda Fiat que es el boliviano, detonando así el incremento de precios.
Asumiendo hipotéticamente que todos los productos de la canasta básica pudiesen entrar en una licuadora, eventualmente nos vemos que el nivel de licuación de precios ira acrecentando de manera paralela a la inflación del país, siendo que los incrementos salariales por decreto supremo fueron constantes los últimos 20 años. Por naturaleza monetaria era de esperarse en un mediano plazo la perdida de valor de la moneda boliviana, ya que solo se potencio una demanda agregada por factores políticos mas que por crecimiento natural de la economía, evidenciando una vez mas que no se puede decretar prosperidad por ley o como en el caso de Bolivia por decreto supremo.
Es evidente la confusión al pretender incrementar los sueldos y salarios de manera nominal, es decir, numéricamente. Pareciese una distribución de utilidades de los empresarios a los empleados, pero no se comprende que en realidad lo importante es el salario real, que denota la capacidad de compra que se tiene con el precio salarial en esta gestión 2025. Por mas que se tuvieron más de 18 oportunidades de incremento salarial en este siglo, no se comprendió que lo fundamental radica en cuantos productos podemos comprar con el sueldo o salario, ya que si los precios de los productos son de alto costo, por mas que el incremento supere el indicador de inflación en un corto plazo, vuelven a subir los precios un círculo inflacionario constante.
A la fecha en el imaginario de la Central Obrera Boliviana, es una suerte de negociación anual la que se debe cumplir so pretexto de gestión. Siendo que el factor de productividad de la mencionada negociación es lograr el máximo porcentaje posible sea para haber básico o incremente de Salario Mínimo Nacional, desconociendo principios básicos de Economía, pregonando discursos demagógicos y más aun satanizando al sector empresarial privado. Este sector queda únicamente como víctimas de un acuerdo del que nunca fueron partes privándoles el legitimo derecho a ser escuchados, incluso al existir la obligación establecida por la Organización Mundial del Trabajo, de un dialogo tripartito.
La «licuadora de precios» en la que se ha convertido la canasta básica boliviana es el reflejo de políticas económicas erradas, basadas en el populismo y el intervencionismo estatal sin un respaldo real en la producción ni en el crecimiento económico. La narrativa oficial intenta ocultar la pérdida de poder adquisitivo con aumentos salariales nominales, mientras que el ciudadano común enfrenta una inflación galopante y precios inalcanzables. Sin un cambio de rumbo en las políticas económicas, Bolivia seguirá atrapada en este ciclo de distorsión monetaria y pérdida de bienestar social.

Director de la Camara de Comercio, Servicios e Industrias, Cochabamba – Bolivia
Descubre más desde Revista Fizuras
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.