La presencia de los gigantes tecnológicos en la toma de posesión de Donald Trump como presidente 47 de EE.UU. no es una casualidad: la tecnología se ha convertido en el nuevo campo de batalla del poder global.
La tecnología como espacio de competencia de poder no es una novedad histórica. En el pasado, el control del poder se centraba en la fuerza militar, el espacio aéreo, el dominio marítimo o las armas nucleares. Ahora, el espacio tecnológico ha tomado su lugar como herramienta estratégica para fines políticos, y es probable que el próximo escenario sea el espacio exterior. Carl Von Clausewitz escribió: «La guerra es la continuación de la política por otros medios». Aunque no se trata de una guerra abierta, se observa una competencia mundial por el dominio tecnológico. Pero, ¿qué tipo de políticas están en juego?
El dominio regulatorio sobre la tecnología
El cuestionamiento sobe el rol de las plataformas tomó relevancia en la agenda pública tras el escándalo de Cambridge Analityca y la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de EE. UU. en 2016. Se evidenció que Rusia utilizó filtraciones de correos electrónicos, propaganda y las redes sociales para intensificar las divisiones sociales y socavar la integridad del proceso electoral estadounidense. A raíz de estos eventos, las plataformas implementaron diversas estrategias para combatir la difusión de narrativas provenientes de Rusia, Irán y otros. Sin embargo, no existía una legislación gubernamental sobre la actividad de estas plataformas. Además, había la percepción de que las redes sociales tenían una cierta inclinación favorable para sectores de la derecha, como Trump, la alt-right, y movimientos afines.
El punto crítico surgió con la pandemia y las elecciones en los EE. UU. En 2021, el presidente Joe Biden declaró que la desinformación en redes sociales estaba «matando gente«. Coincidiendo con la declaración de Josep Borrell en 2020: «La desinformación puede matar«. Biden señaló a las plataformas como Facebook por facilitar la difusión de falsedades sobre las vacunas y la pandemia, posteriormente matizo sus comentarios. Está acusación aconteció meses después de que Zuckerberg admitiera que las plataformas Twitter / X y Facebook habían censurado o restringido la difusión de un artículo del New York Post sobre correos electrónicos políticamente comprometedores para la campaña de Biden antes de las elecciones del 2020, debido a las presiones del FBI que lo calificaban como desinformación rusa.
Las presiones políticas transformaron a las plataformas en censores o «gatekeepers» de lo que, según Fact-checkers independientes o la Administración de Biden, consideraban verdad o mentira. A pesar de esto, no lograron moldear el comportamiento de dichas plataformas de tecnología.
Estos hechos y declaraciones sentaron las bases para una narrativa que aboga por la necesidad de regular. Ya que se las considera como instrumentos difusores de falsedades, ideologías de odio y desinformación. Al operar bajo el modelo de la economía de la atención, tienden a priorizar contenidos emocionales y polémicos, como mensajes negativos o confrontativos. También se cuestiona su opacidad algorítmica, la facilidad con la que difunden mensajes y el uso de herramientas de microsegmentación, que explotan emociones y perfiles personales. Actores internacionales han utilizado estas herramientas para debilitar la confianza de sus adversarios en sí mismos y en sus instituciones, erosionando la percepción de atractivo del modelo occidental y su capacidad de respuesta (Torreblanca, 2020).
Para este marco narrativo, se ha perfilado a las plataformas como una de las causas que explican que la crisis democrática, ya que afectan «el funcionamiento del espacio público y, dentro de él, el papel de los medios de comunicación en cuanto intermediarios entre la ciudadanía y el poder político»(Torreblanca, 2020). Por lo tanto, se concluye que la crisis de desinformación se convierte en una oportunidad para una respuesta regulatoria global, sobre todo beneficiosa para los intereses europeos. La Unión Europea promulgó la Ley de Servicios Digitales (DSA) que entró en vigor en febrero de 2024, pero que no enforza su cumplimiento por temor a las consecuencias negativas.
Espacios de «libertad de expresión»
En contrapartida, la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos establece que el Congreso no elaborará ninguna ley que restrinja la libertad de expresión o de prensa, lo que protege la expresión de los ciudadanos y los medios de comunicación de la intervención gubernamental. Esto impide la regulación abierta de las redes sociales. Aunque hay algunas excepciones reconocidas como: Discurso incitador de violencia, Difamación y calumnias, y Contenido obsceno.
Desde este marco, se considera que la presión política puede promover el señalamiento de contenido verdadero como desinformación, si este no se sujeta con el pensamiento dominante. Los moderadores de contenido pueden tener sesgos internos lo que lleva a la supresión de puntos de vista legítimos, también los gobiernos pueden utilizar las plataformas para silenciar a la oposición, y las personas pueden dejar de emitir criterios por temor a la censura. Para este marco priman la libertad de expresión, el individualismo, la propiedad privada y la libertad de acción.
En definitiva, aplicar cualquier medida que restrinja la libertad de expresión puede ser el desencadenante del control absoluto de los gobiernos o partidos. Tomando el control del discurso público, la información, la historia y los hechos. Esto puede derivar en un escenario de pensamiento único, como el presentado en el libro «1984» de George Orwell.
Geopolítica del poder tecnológico
El contexto actual del espacio tecnológico es caótico, pero puede analizarse desde el punto de vista geopolítico. Por un lado, se encuentran los actores que buscan la regulación global: UE, países como Brasil o India. En este categoría también pueden incorporarse a partidos políticos (demócratas, social demócratas europeos), Think tanks o empresarios con un discurso contrario a la oligarquía tecnológica. En el otro extremo, se puede incluir a los actores que abogan por la no regulación o el dejar actuar de las plataformas. Actores políticos de derecha, CEO´s de multinacionales y empresas tecnológicas, organizaciones que defienden la libertad de expresión. Pero también se incluyen potencias extranjeras como Rusia, China o Iran; que aprovechan las vulnerabilidades para difundir sus narrativas o su nacionalismo.
Este contexto de competencia mundial nos conduce a la visión particular de los libros de H. G. Wells que G. Orwell describe así:
«La supuesta antítesis entre el hombre de ciencia que trabaja por un Estado Mundial planificado y el reaccionario que intenta restaurar el pasado desordenado…Por un lado, la ciencia, el orden, el progreso, el internacionalismo, los aviones, el acero, el hormigón, la higiene; por otro, la guerra, el nacionalismo, la religión, la monarquía, los campesinos, los profesores de griego, los poetas, los caballos. Para él, la Historia es una sucesión de victorias del hombre científico sobre el hombre romántico.»
Como todo suceso en la historia, este parece estar destinado a que los argumentos de la razón lógica se impongan sobre las más básicas pasiones, que no son del todo erróneas. Por su puesto llevará algún tiempo hasta que suceda, como continua Orwell:
«Ahora bien, probablemente tenga razón al suponer que una forma «razonable» y planificada de sociedad, con científicos y no brujos al mando, se impondrá tarde o temprano, pero eso es muy distinto de suponer que está a la vuelta de la esquina.»
La tecnología se ha convertido en el nuevo campo de batalla geopolítico. Hasta que ningún actor logre el dominio total del espacio digital será un espacio de competición incuestionable, un conflicto irreductible entre aquellos que quieren dominar y los que no quieren ser dominados. La tecnología será un espacio abierto a la impugnación y al cuestionamiento. La cuestionan no es si habrá o no regulación, sino quién tendrá el dominio del espacio digital.
Bibliografía
Orwell, G. (2024). Notas sobre el nacionalismo y otros escritos. Gorla
Torreblanca, J.I.(2020). Democracia y redes sociales en Cómo salvar las democracias. Círculo de Empresarios.
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