En un mundo donde la democracia enfrenta constantes cuestionamientos, el informe Latinobarómetro 2024 arroja un rayo de esperanza para América Latina. La región, que ha experimentado cuatro décadas de transiciones democráticas, demuestra una notable capacidad de resiliencia, aunque también revela profundas fallas estructurales que amenazan su consolidación.
Un Incremento en el Apoyo Democrático
Por primera vez desde 1995, el apoyo a la democracia alcanzó un histórico 52%, marcando un cambio significativo en las percepciones públicas. «La democracia se vuelve súbitamente resiliente en un grupo no menor de países», afirma el informe, subrayando que el sistema sigue siendo la opción preferida a pesar de las crisis económicas, políticas y sociales que han marcado las últimas décadas. Este crecimiento refleja, en parte, un récord en el optimismo económico personal, con un 52% de los encuestados confiando en que su situación financiera mejorará en los próximos 12 meses (Latinobarómetro 2024, pág. 1).
El politólogo Luis A. Amurrio señala que: «El aumento del apoyo a la democracia puede estar relacionado, en muchas naciones latinoamericanas, con el apoyo específico más que con el apoyo difuso, como indica en su teoría David Easton. Observamos aumentos importantes cuando los gobiernos logran resolver las necesidades de las personas, especialmente en ámbitos como la economía, el empleo y la justicia. En contrapartida, el apoyo a la democracia disminuye en aquellos países donde la población no percibe que el Estado resuelva sus dificultades y necesidades.»
Desigualdad: El Talón de Aquiles Democrático
A pesar del aumento en el apoyo popular, la democracia enfrenta retos profundos. La persistente desigualdad estructural sigue siendo una barrera crítica para su consolidación. «Disminuir las desigualdades no es lo mismo que disminuir la pobreza», apunta el informe. Aunque se han logrado avances en la reducción de la pobreza y la creación de clases medias, el acceso equitativo a las oportunidades sigue siendo un ideal lejano. Esta tensión entre las expectativas sociales y la capacidad institucional para responder a ellas ha generado un aumento en las protestas desde 2019, interrumpidas brevemente por la pandemia (Latinobarómetro 2024, pág. 4).
La Corrupción y el Desgaste Institucional
Otro factor que debilita a la democracia es la corrupción generalizada. Desde 1979, el 17% de los presidentes latinoamericanos han sido acusados o condenados por corrupción, una estadística alarmante que erosiona la confianza en las instituciones. Además, los partidos políticos están «agotados» y el parlamento se percibe como «extenuado», según el informe. Estas debilidades crean un vacío de poder que frecuentemente es llenado por grupos de interés y actores privados, debilitando la soberanía popular (Latinobarómetro 2024, pág. 7).
Autoritarismos Electos: Un Fenómeno Preocupante
El informe también destaca el surgimiento de «dictaduras elegidas», como el caso de Nayib Bukele en El Salvador. Su gobierno, aunque popular, ha tomado medidas autoritarias como la detención masiva de ciudadanos sin debido proceso. «¿Es la violencia la que destruye la democracia en El Salvador, o más bien la incapacidad de la democracia en controlar la violencia?» se pregunta el informe, dejando abierta la discusión sobre los límites del respaldo popular en sistemas democráticos (Latinobarómetro 2024, pág. 15).
Un Camino Lento pero Posible
A pesar de estos desafíos, el informe subraya que las democracias de América Latina han resistido «altos niveles de inestabilidad presidencial» y vuelven repetidamente al marco constitucional tras crisis severas. Perú, con todos sus expresidentes recientes acusados de corrupción, es un ejemplo de cómo las instituciones pueden resistir incluso en los contextos más adversos (Latinobarómetro 2024, pág. 16).
En palabras del Latinobarómetro, «Criticarla no es descartarla, sino más bien demandarla más perfecta». Este informe no solo diagnostica los retos democráticos, sino que también ofrece una dosis de esperanza y un llamado a la acción para fortalecer las instituciones, reducir las desigualdades y combatir la corrupción. La democracia en América Latina está lejos de ser perfecta, pero su resiliencia es un testimonio de su relevancia y potencial transformador.
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