Hacer inteligible o esclarecer nuestra historia es uno de los retos más significativos. Entender con precisión cuáles son los principios rectores que guían la política, instituciones y las relaciones sociales deberían ser la principal motivación de cualquier análisis. Es decir, comprender por qué, cómo o qué, pero se ha dejado la reflexión a cambio de las posturas partidistas, ideológicas y militantes, esto último también es un objeto de estudio. Por lo tanto, se pretende examinar la política boliviana desde este enfoque.
Esta tarea debe “rechazar el engañoso brillo de las palabras para ir a la verdad efectiva de las cosas” (Boucheron, pg 25; 2018)[1] y adoptar una perspectiva crítica y analítica similar a la del pintor, que Maquiavelo sugiere en la dedicatoria de El Príncipe[2]:
“Porque, así como los que dibujan mapas se sitúan en la llanura para estudiar la naturaleza de las montañas y de los lugares elevados, y suben a los montes para estudiar las llanuras, para conocer bien la naturaleza de los pueblos hay que ser un príncipe, y para conocer la de los príncipes hay que ser del pueblo.”
El escenario político boliviano contiene un elemento característico que requiere un análisis a profundidad: el enfrentamiento entre bloques de poder. Molina (pg. 57; 2023) señala que “Bolivia es un país de insurrecciones” en el que “la política se daba en su aspecto clásico: por medio de revoluciones y contrarrevoluciones”[3]. Refiriéndose al comentario de René Zavaleta sobre Bolivia como ‘la Francia de Sudamérica’ Molina (pg. 54; 2023) explica que en el conflicto de 2019 se enfrentaron, por un lado, sectores urbanos y clasemedieros insatisfechos con el modelo del Estado Plurinacional y el no respeto a la constitución, por otro lado, clases populares y sectores indígenas (Molina, pg. 11; pg. 15; 2023) que defendían al MAS y su proyecto.
En otros tiempos también es posible rastrear esta misma característica. “Azara, Juan, Ulloa, Humboldt… están contextes en afirmar el hecho de la rivalidad profundísima, ardiente, que existía en todas estas colonias entre criollos y los europeos” escribe Gabriel Rene Moreno (pg. 18; 1973), además apunta a que la “notoria injusticia con que eran tratados y desestimados aquellos por la metrópoli; fue su estímulo la parcialidad del gobierno en favor de los europeos”, tomando la perspectiva de Humboldt la razón se encuentra en que la “metrópoli mantenía adrede esa rivalidad para con la división mejor reinar sobre todos desde lejos”, y concluye en “una de las divisiones profundísimas, los empleos”[4]. Estas ideas influyeron en los primeros movimientos de independencia del Alto-Perú (1809) liderados por los renombrados doctores de Charcas.
Este tema histórico, marcado por el enfrentamiento político entre bloques a lo largo del tiempo y que se refleja en las expresiones ‘la historia es cíclica’ o ‘empate catastrófico’, no solo despierta interés popular, sino que también merece una exploración más profunda. Esto es crucial no solo para la comprensión de la historia del país, sino también para entender su forma actual. Sin embargo, el hecho fundamental del enfrentamiento entre bloques políticos es posible desgranarlo a continuación.
La primera cuestión a abordar es definir qué se entiende por “bloques de poder” y cuál es su alcance. Se afirma que estos bloques están compuestos por grupos homogéneos circunscritos a características étnicas, ideológicas, sociales, identitarias, económicas, clases sociales, etc. pero esta creencia deriva en la pérdida de perspectiva dada por el “vuelo de pájaro”. Es decir, el análisis es seducido por la apariencia, objetivo de cualquier nodo de poder para dejar de lado la verdad. Para entender esta cuestión es necesario complementar el análisis de la ciencia política con la filosofía política.
El filósofo francés Claude Lefort comprende que la división social (dominación y la oposición- conflicto entre clases) es constitutiva de lo social y de la relación política. En sus lecturas de Maquiavelo, vio que el florentino expone dos humores opuestos; el pueblo que no desea ser comandado por los grandes y los grandes que desean comandar y oprimir. Ya no se trata de una historia lineal que termina con la imposición, por ejemplo, de los proletarios, sino de una división social irreductible, un conflicto continuo. La estructuración del poder, las leyes, las instituciones y el Estado responden a cómo se trata la división social en cada contexto. En algunos casos, el poder se convierte en el regulador distante de ese conflicto, ya que es el reflejo de esa división, pero también existen las sociedades que niegan la división social y cada humor trata de apropiarse del poder estatal para imponer una legislación favorable a sus intereses (Poltier, 2005)[5].
Ahora bien, tomando en consideración el aporte de Lefort y Maquiavelo, se puede deducir que en Bolivia cada bloque de poder pertenece, en realidad, a un solo humor de la división social; los grandes. Ese enfrentamiento entre bloques hace referencia a una pugna por el poder, únicamente, de clases dirigenciales o élites. Los grandes encubren su deseo de dominación en un discurso sobre el interés general que legitima su posición y control sobre las reivindicaciones del pueblo, e imprimen todas sus energías en prevenir cualquier manifestación de la división social contraria a sus intereses [6].Todo tipo de expresión del pueblo es aprovechada por las élites, ya sea para acceder al Estado o para permanecer en él.
El poder, al igual que la institucionalidad, deja de ser el regulador de los conflictos de clases por favorecer las causas e intereses de los grandes y aplastar al pueblo. Es la superación de unos por otros. El pueblo queda debilitado y, por tanto, los mecanismos que le permiten limitar al poder, como el estado de derecho, la separación de poderes, la libertad de expresión, etc. puesto que son elementos que permiten la igualdad de condiciones ante los poderosos. Es la eliminación de ese “lugar vacío” representante de la soberanía del pueblo o de la indeterminación del espacio democrático, para instaurar un populismo que apela al “pueblo- uno”[7]; el poder identifica en la sociedad una figura o grupo que debe gobernar.
El poder, al igual que la institucionalidad, deja de ser el regulador de los conflictos de clases por favorecer las causas e intereses de los grandes y aplastar al pueblo.
Luis A. Amurrio
En suma, los grandes utilizan un relato que apela al interés colectivo o al pueblo, creando la imagen de nosotros frente a ellos, que les permita gobernar en nombre del pueblo, pero que finalmente beneficia a grupos dirigenciales, y que con ello se pervierte la democracia y la institucionalidad. Otro bloque de poder, de la misma especie pero de diferente signo, se encuentra a la espera de sustituirlo. “La historia boliviana oscila pendularmente: un cambio de élites – una revolución política – se despliega y prepara las condiciones para otro cambio de élites – otra revolución política – , que entonces funciona respecto a la primera como una contrarrevolución” explica Molina (pg. 58; 2023)[8], a este fenómeno lo denomina como el «péndulo revolución-contrarrevolución» (Molina, pg. 61; 2023)[9].
El enfrentamiento entre bloques de poder deja en claro que los grandes – dentro de la división social boliviana –han marginado al pueblo, dejándolo en un estado de masa humana que sirve para la consecución de fines particulares. La respuesta a este fenómeno es el fortalecimiento del pueblo y, por ende, de la democracia y la institucionalidad. Configurar un tipo de poder que representando al pueblo, aunque ninguna de sus individualidades pertenezca a las estructuras partidistas, y a los grandes, pueda velar por la globalidad en una relación conciliatoria. Que a ninguna figura o algún tipo de unidad se le permita jamás ocupar el espacio vacío de la democracia, es decir, que no se permita que una parte represente el todo.
Esta última reflexión del poder parece enmarcarse dentro del pensamiento del deber ser y el wishfulthinking, sin embargo, en la medida en que en la sociedad impulse, ya no el recambio de élites, sino la configuración de un verdadero espacio democrático, sumado a esto las fisuras existentes en los bloques de poder podemos considerar plausible un escenario en el que se apunte a fortalecer los cimientos y la estructura del país, así como la soberanía del pueblo como un todo diverso y multifacético. Más que dejar que la historia se repita, se debe apostar por el accionar humano, para que en algún momento la fortuna nos sonría.
REFERENCIAS:
[1] Boucheron, P. (2018). Leonardo y Maquiavelo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires
[2] Maquiavelo, N. (2010). El Príncipe. Alianza Editorial. Madrid
[3]Molina, F. (2023). La crisis del MAS. De la pérdida de las clases medias al inicio de la crisis económica (2018 – 2023). Libros Nómadas.
[4] Moreno, G. R. (1973). Mariano Alejo Álvarez y el silogismo altoperuano de 1808. Consejo Nacional de Educación Superior. La Paz – Bolivia.
[5] Poltier, H. (2005) Claude Lefort. El descubrimiento de lo político. Nueva Visión. Buenos Aires.
[6] Ibid
[7] Ibid
[8] Molina, F. (2023). La crisis del MAS. De la pérdida de las clases medias al inicio de la crisis económica (2018 – 2023). Libros Nómadas.
[9] Ibid.
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