Separata del Concurso «Palabras Verdes» aquí
Comencé siendo una gotita de agua, y poco a poco fui creciendo. Aun recuerdo cuando solo era un pequeño, saliendo de un glaciar, estaba tan emocionado, al fin me convertiría en lo que alguna vez el viento me describió. Él me decía que había muchos ríos y lagos en el mundo, que muchos eran cristalinos, que daban de beber a los seres vivos y tenían pequeños amigos con aletas de varios colores nadando en estos. Me decía que yo estaba destinado a ser así y que debía tener paciencia. Al fin había llegado el día, mi pequeño espíritu estaba listo para dejar de ser parte de un glaciar y ser parte de la comunidad de todas esas aguas magníficas y hermosas.
Al comienzo estuvo bastante bien. Mientras recorría las zonas, los animalitos bebían mis aguas, y mi aspecto, según las estrellas, era cristalino y mágico. No recuerdo a los peces, pero si alguna vez habitaron mis aguas, estoy seguro de que ellos también lo arruinaron. En fin, mientras más avanzaba, más me daba cuenta de la existencia de los seres humanos. Me agradaban. Se veían interesantes y con aptitudes que nunca había visto en otros seres, muy inteligentes. Los seres humanos hablaban, se expresaban en más de una manera, compartían entre ellos jugando, cantando, bailando y demás. Tenían dioses, culturas y costumbres. Trabajaban para tener lo que querían y la mayoría no eran salvajes, o eso pensaba.
Luego descubrí que también desarrollaban cosas y hacían cosas para su bienestar o placeres carnales. Veía esto como algo genial e inteligente, hasta que me empezó a afectar. Me di cuenta de que, además de ser el ser más interesante, era el más egoísta y superficial. Mientras más me acercaba a ellos, más me notaban y más querían cosas de mí. Yo decía ‘esto es genial, quiero ayudarlos, y si mi consumo es bueno para ellos, está bien. Será igual que compartir mi agua con los animales’. No les mentiré, me sentía emocionado por poder compartir mi agua con ellos, era un honor para mí dar un poco de agua esos seres tan fantásticos y únicos.
Al comienzo, solo querían beberla, luego regaban sus cultivos con mi agua. Muchos venían a verme por lo bonito que era, hasta que un día se dieron cuenta de que yo llevaba piedras y arena, que al parecer eran muy importantes para ellos. Supongo que querían construir más de lo que ya tenían. No pensaron en mí, no pensaron que esa arena y esas piedras eran filtros naturales para mí, que me ayudaban a mantenerme limpio. Y esto no solo iba a afectarme a mí, sino también a ellos. Después de todo, no eran tan inteligentes.
Me empezaron a explotar, y esto causó inundaciones, pero ¿qué más da? Ellos pueden caer y seguir, si sus casas se destruyen, construyen otras, si sus cuerpos se ensucian, pueden lavarse, si están enfermos, pueden curarse. Y si mueren, hay otros que harán mejores trabajos y seguirán los legados. En mi caso, no es así. Si ellos me contaminan, pues me contaminan, y es casi imposible volver atrás.
Cada día había más fábricas alrededor mío. Veía a los humanos entrando y saliendo, y botaban los desechos en mis aguas, desde botellas hasta animales muertos. Muchos trabajadores tenían familias, parejas y amigos, se veía que se amaban y cuidaban mucho. Yo no podía creer cómo era posible que me hicieran tanto daño, a mí, el agua, algo que va más allá de un ser, algo que más que ser vida da la vida, lo que hace que todas esas personas que aman sigan vivas. ¿Cómo podían hacerme tanto daño teniendo vidas a las que cuidar? No entendía cómo es que podía existir amor y egoísmo en un solo ser. ¿Cómo amaban a otros si ni amaban su planeta? ¿Cómo abrazaban a sus hijos y luego tiraban los desechos en mis aguas? ¿O acaso son buenos solo con algunos? Yo creía que los malos eran malos en su totalidad y los buenos eran buenos en su totalidad, pero al parecer el ser humano tiene esto llamado hipocresía, que hace que sean buenos cuando les conviene y malos cuando también les conviene.
Después hicieron túneles, yo me quedaba un buen tiempo pasando dentro de estos sin poder respirar ni un poco, esto me afectó mucho, sus túneles sin sentido hacían que no me llegara oxígeno, lo que aumentaba la contaminación y muchos bichos desagradables. Me sentía tan triste. Mis hermosas aguas cristalinas empezaron a cambiar de color, y mi olor cada vez se hacía más desagradable. Tenía impotencia porque los únicos que podían salvarme y cuidarme me estaban matando. Me preguntaba si los ríos de otros países se sentirían igual que yo, si no era el único que estaba pasando por tanta crueldad. Mis lágrimas se iban con mis aguas, y mi corazón inexistente quería morir.
Y no solo me sentía mal por mí, sino también por los cultivos, las flores y las personas del campo, pues mis aguas también pasaban por estos lugares y las personas no tenían otra opción que regar todo con mi agua llena de suciedad, y para consumir cuando no llegaba el agua potable, la mayoría de las veces esperaban a la lluvia. De verdad quería que usen mi agua sin riesgos, eso me hubiera hecho muy feliz, ese era mi propósito, quería darles vida… Mi única esperanza era que algún día alguien se interesara por mí y pudiera ayudarme…
A medida que transcurrían los días, Ya no solo se trataba de las fábricas y los túneles, sino también de los residuos que emergían bajo las casas. Las personas ya no querían verme como antes, los niños ya no jugaban cerca de mí. Ahora, cada vez que pasaban cerca de mí, se tapaban la nariz y corrían o decían ‘¡qué feo huele!’, como si fuera mi culpa. Me impresionaba cómo tanta gente pasaba quejándose del mal olor, de la contaminación, pero nunca hacían nada. Solo me miraban con desagrado y se iban.
Hasta que un día llegó un grupo de personas, se veían agradables, pero más allá de sus cuerpos, pude ver sus almas a través de sus ojos al verme. Ellos empezaron a llorar mientras me decían ‘¿qué te han hecho?’ Pero no me tenían asco, solo había pena y un poco de esperanza en sus ojos. Más adelante empezaron a venir todos los días, y cada vez con más personas. Venían a recoger las basuras y hacer un tipo de limpieza. Mi esperanza estaba volviendo.
A veces hasta venían niños y ancianos a ayudar. Yo creía que los seres humanos eran malos y no sentían ni un poco de compasión por la naturaleza, hasta que conocí a este grupo de personas. Sentía una conexión con ellos, sentía sus corazones y sus objetivos. A veces hasta me hablaban, yo no podía responderles, pero creo que ellos sabían que los escuchaba. Mi corazón inexistente estaba orgulloso de los seres humanos.
Lamentablemente, esta ayuda no serviría de nada. Pues cada vez que un grupo de seres humanos quería ayudarme, ahí estaba el otro grupo que lo volvía a arruinar. Era un círculo vicioso, trataban de ayudar y luego volvía la suciedad. Me sentía triste, sí, porque al parecer nunca habría un cambio, al menos no cerca. Pero me sentía feliz por esos seres humanos que me daban su tiempo para, a pesar de todo, querer ayudar. Parecía que yo ya estaba perdido, pero al parecer la humanidad no.
Hoy sigo así; sucio. Me sigo contaminando cada día más. Tengo infinidad de impurezas, casi no tengo biodiversidad, y muchas veces provoco inundaciones y problemas de salud en las personas. Realmente, no soy un río agradable; es gracioso, cuando solo era parte de un glaciar, cuando era solo una pequeña gotita de agua, me sentía emocionado por convertirme en un río. Quería ser como los ríos de los cuentos de mi amigo, el viento. Quería ofrecer mi agua para beber a todos los seres vivos, quería tener peces de muchos colores en mis aguas, quería que los niños jugaran en mis aguas, quería ser útil para regar los cultivos y las flores, quería dar vida. Era tan inocente. Bueno, ¿qué más podíamos esperar de una gotita que estaba a punto de conocer el mundo?
Mi corazón inexistente creía que había un mundo hermoso más allá del glaciar. Creo que le sucede a todos los seres. Las flores, las hierbas y los árboles creen que podrán disfrutar del sol, del agua, de la tierra y del aire, pero terminan mal estado debido a la contaminación, el cambio climático y la toxicidad química, y muchos de ellos mueren.
Los animales no tienen miedo cuando nacen, son inocentes y no ven al ser humano como una amenaza, pero estos últimos terminan matándolos solo por diversión o dañando las zonas en donde viven. Y, pensándolo bien, creo que también pasa con los seres humanos. Los bebés no saben nada, no se espera que el ser humano sea el mismo que los va a destruir. Mi única esperanza es que nunca falten los seres humanos con compasión, que, a pesar de que un cambio en el mundo sea imposible o muy difícil, ellos sigan luchando por cuidar lo que ya estaba perdido, como yo.
Mi nombre es Río Choqueyapu, y hasta ahora estoy triste por mi situación. No puedo evitar sentirme como un basurero.
* La autora del cuento «La Tristeza del Río» es Somaya Evangelina Cordero Molina, estudiante de la Unidad Educativa “Vida y Verdad”, quién recibió el primer lugar en el concurso “Palabras Verdes – Uniendo Letras Por Un Futuro Verde