El interés de Gonzalo* por la política comenzó a sus 14 años, cuando vivió la primera correlación de fuerzas que decantaría en la democracia boliviana. A finales de 1977, estalló una huelga de cuatro mujeres mineras y esposas de dirigentes sindicales, secundada por miles de personas, que buscaba una amnistía general e irrestricta y la convocatoria a elecciones libres. El impacto en Gonzalo fue doble, por la magnitud de la lucha y por su hermana, que se involucró en la huelga porque su tío, Casiano Amurrio, un importante activista y dirigente campesino, era perseguido por el régimen dictatorial.
Casiano se presentaría como el primer candidato indígena a la presidencia junto a Domitila Chúngara por el partido FRI (Frente Revolucionario de Izquierda), de él y sus compañeros adquirió un valioso conocimiento, una visión inspiradora y un legado político. Posteriormente, su vínculo familiar y experiencias se tradujeron en “corrientes de pensamiento y acción política”, ideales que aplica en la lucha por la política, la justicia social y la democracia en Bolivia, y que para él deberían guíar “el sentimiento, razonamiento y acción”. En los golpes de estado, luchó clandestinamente junto con sus camaradas de manera desprendida, comprometiendo su tiempo y poniendo en riesgo su vida y libertad. La resistencia consiguió que los militares se replieguen y se retome el camino de la democracia.
En 1978, después de conseguir la amnistía, se coaligaron fuerzas políticas, sindicales y varios líderes en el FRI. Aunque su desempeño electoral fue anodino, apostaron a que desde la izquierda se transite y aporte a la democracia. El FRI asimiló la política de formar alianzas para alcanzar posiciones desde las cuales puedan ofrecer mejores condiciones de vida a la población. Por ejemplo, en el gobierno de Jaime Paz Zamora ocuparon el Ministerio de Trabajo y procuraron el respeto y ejercicio de los derechos laborales.
La experiencia de acuerdos valió para el periodo democrático actual. Después del fracaso de Evo Morales en el referéndum por la reelección indefinida (2016), el FRI diagnosticó la falta de alternativas democráticas viables e interesantes en el periodo preelectoral que “capten la mayor cantidad de votos y permitan un cambio”. Identificaron a una personalidad con ese perfil: con ese perfil, el expresidente Carlos Mesa, y tras un extenso y ferviente debate interno, a pesar de no considerarlo de izquierda, se promovió su candidatura por la imperante necesidad de democracia. Además, el partido también consolidó diversas alianzas para impulsar esa candidatura, en lo que ahora se denomina Comunidad Ciudadana.
La apuesta por Mesa puso en jaque a Morales en las elecciones de 2019, porque implicaba la posibilidad de una derrota en segunda vuelta. Sin embargo, antes de que ocurra se interrumpió el recuento de votos, provocando una insurrección que terminaría con la salida de Morales del país. En el 2020, había una lectura errónea del escenario político por parte de la “oposición”, creían que el MAS era un cadáver político por la huida de Morales y que deberían competir entre ellos, pero solo consiguieron la dispersión de las fuerzas de oposición, en consecuencia, la victoria del MAS con el actual presidente, Luis Arce Catacora.
Para Gonzalo, el FRI tiene “la experiencia para encontrar alternativas de unidad nacional, de consenso y de construcción de acuerdos prodemocráticos”, y ahora debe trabajar para identificar un binomio presidencial que una al país. Considera que, en el contexto actual, donde hay las tensiones internas en el partido de gobierno, una crisis económica y una declinación de la producción gasífera, además de una división generalizada [oriente y occidente, autóctonos y criollos, etc, se debe apostar por la unidad con “alternativas de nueva y gran dimensión”.
Los partidos políticos tradicionales vieron reducido su papel por la hegemonía del MAS, que además “destruyó la cultura de los acuerdos”. Esto se refleja en el estancamiento de las elecciones judiciales, que solo serán posibles con esta práctica. “Los acuerdos fortalecen la democracia, generan esperanza y amplían las perspectivas del país”. Hay una fuerte demanda para reconstruir la cultura política democrática, el sistema partidario y ciudadano. “Nos hacen falta partidos fuertes, transparentes y certeros en sus propuestas y acciones, y a la vez una ciudadanía activa”, que muchas veces por causa de la frustración se vuelve pasiva y se resigna.
Sobre los candidatos outsiders, Gonzalo considera que existen condiciones favorables para la emergencia de nuevos actores políticos, con muchas posibilidades de consolidar su liderazgo y establecer su estructura partidaria, o que suplena la ausencia de una estructura partidaria propia con el aparato estatal. “El aparato estatal puede convertirse en el partido”, como en el caso de los golpes militares. Incluso se crean estructuras de poder en el estado para conseguir intereses particulares conocidas como “oligarquías burocráticas”. Señala que en muchas ocasiones, no se pueden identificar los ideales de líderes y movimientos outsiders porque nacen en torno a motivaciones circunstanciales o aspectos temáticos puntuales, y buscan dar respuesta para el momento. Pero la política no solo es un eje temático, sino es un conjunto de aspectos económicos, sociales, financieros, culturales, identitario, etc., “al final terminan dando respuesta a todo, más allá de la motivación que los catapultó a la política y se convierten en factores de poder que rara vez generan satisfacción” porque no nacieron desde la teorización o la puesta en práctica de ideales, sino desde la improvisación.
“Estas apuestas que no terminan de cuajarse en estructuras partidarias formales, terminan diluyéndose”. Apunta a que un sistema democrático indefinido requiere de actores sólidos; partidos con identidad ideológica definida, ejes de políticas públicas claras, etc. para que se oriente a la población, y no genere incertidumbre. De esta manera, pueden ejercer presión para que cumplan sus compromisos e ideales, esto también se traduce en un control de la militancia sobre las jefaturas y niveles de decisión. Todo esto ordena la acción política, y no permiten arriesgarnos por aventuras que pueden costar caro. En todo caso, advierte que pueden aparecer caudillismos, algunos interesantes, pero la mayoría se diluyen y acaban en frustraciones.
En esa misma línea, Gonzalo observa que la división del MAS es la expresión de un conjunto de intereses contrapuestos. “Morales quiere volver al control del estado, siendo presidente y esto conflictúa al otro sector del MAS, que ve en su presencia un problema más que un aporte”. Tras su esfuerzo por la reelección indefinida solo ha habido problemas para el MAS, ya que tienen que sobrellevar las derrotas que implican (reelección, el padrón electoral, etc.). “[Morales] ha perdido las cualidades de conseguir resultados exitosos y se convierte en una especie de lastre”. Quiere satisfacer su inquietud personal de retomar el poder, porque cree que no hay futuro para el MAS, su esquema es “el partido soy yo…y cuando llega al estado; el estado soy yo”. La otra facción cree que podrían tener un mejor destino, si los conglomerados sociales aglutinados al MAS, se van renovando. Más que una batalla ideológica, son dos perspectivas enfrentadas; la vuelta de Morales, y la renovación. La lucha de posturas no solo se disputa en la estructura partidaria, también ha permeado al movimiento social-sindical, poniendo en riesgo al conjunto de la sociedad.
“Esas organizaciones que deberían jugar un rol de representación social y reivindicativo se involucran en luchas partidarias, y se olvidan de los problemas de los sectores que representan”. Cree que la difícil situación se resolverá en el momento postelectoral de 2025. Para él, los “congresos de unidad” del partido son de confrontación, cuestionamientos y desconocimientos. Percibe que se debe dilucidar con dos candidaturas para 2025, “salvo que uno decline”. Tras Evo Morales hay una estructura y equipo orgánico, político y económico que busca retomar presencia en el estado. Del otro lado, hay un conjunto de factores de la burocracia estatal con expectativas que no querrá ser desbancado. Por detrás, “las organizaciones sociales están siendo arrastradas a una batalla partidaria”.
En Bolivia, las confrontaciones de organizaciones sociales también sucedieron en el pasado, incluso se dieron confrontaciones armadas. Como en la época del MNR cuando hubo la “ch’ampa guerra”. En un congreso de la Confederación de Campesinos en Cochabamba, se dividieron a dos bandos; los que apoyaban a José Rojas y los que apoyaban a Miguel Veizaga. “Terminaron enfrentados y se mataron entre compañeros campesinos, pero lo que había por detrás eran las corrientes que estaban en disputa dentro del MNR”. Gonzalo espera que las organizaciones sociales recobren su independencia sindical y se dediquen a lo suyo, además cree que los partidos deben definir sus dificultades internamente, para que no lleven a la población a enfrentamiento, y hasta masacres.
Con el avance de la sociedad, actores políticos arraigados en el militarismo tuvieron que abandonar las intentonas golpistas debido a la presión social. Desde 1978 hasta 1982 con la consolidación de la democracia boliviana, los actores que apostaban por la vía militar entendieron que debían volverse demócratas, crear partidos y competir en la vía electoral. Esa es la esperanza que tiene Gonzalo para el MAS, además afirma que “si queremos paz y fortalecimiento democrático en el país, tenemos que apostar todos por ello”. Apunta a que “únicamente la presión social puede cambiar a un partido con una mentalidad y práctica totalitaria, de más de una década y media”. La presión social ha creado resultados en el último tiempo y ayuda a que “cambie la mentalidad”, haciendo que los acuerdos y pactos sean factibles, den resultados y generen satisfacción a la población. Por ejemplo, frente a la incertidumbre del proceso judicial se generó la certeza de que habrá elecciones judiciales.
Muchas personas manifiestan que el MAS debería perder su sigla, pero para Gonzalo no es fácil, cuestiona: “¿Vamos a borrar a una cantidad x de bolivianos y bolivianas?”. Pero afirma que pueden abandonar sus prácticas totalitarias, hegemónicas y antidemocráticas, y asuman una conducta diferente que permita la convivencia bajo reglas democráticas. Además, pueden representar los intereses de los sectores que en ellos confían, en los ámbitos democráticos y bajo procedimientos democráticos. Gonzalo señala que “tenemos [la oposición] que hacer lo propio”, porque la doctrina democrática cuestiona la eliminación administrativa del adversario/sigla, además “se define en diversos órganos de poder”, por lo tanto, es una práctica antidemocrática. “Lo mejor es ganarse a la población, o derrotarlos en una elección, debate o ámbito de acción democrática”. Sentencia que es un proceso.
Gonzalo tiene un profundo compromiso con la democracia y los derechos humanos, pero antes del 78, la izquierda pensaba que a las dictaduras militares se las tenía que acabar con las guerrillas, como ocurrió en Nicaragua. “Tuvieron que derrotar al régimen dictatorial con la acción guerrillera del Frente Sandinista, pero eso no ayudó a la consolidación de una cultura democrática”. “Fue más importante el camino que transitó Bolivia en el fortalecimiento de la democracia”, y que en la actualidad se debe apostar por lo mismo, explica Gonzalo.
“La democracia en esencia es pluralismo, no es hegemonismo”. Señala que esto último se practicó en el parlamento por la mayoría de los dos tercios del partido de gobierno; las otras fuerzas, parlamentarios, partidos o alianzas eran “decorativas”. Cree que la nueva realidad “plural” obliga a los acuerdos, ahí renace el valor de concertar, negociar, y practicar la política en el buen sentido. “La política es diplomacia, es llegar a entendimientos”. Gonzalo observa que “ militarizar la política, y nos enfrentamos a balazos… se comete un grave error. Judicializar la política, y creemos que todo se resuelve enfrentándonos en los tribunales de justicia y que el que tiene el control de los tribunales guillotina a los otros…es otro error”.
“La política implica el debate… a veces firme y encarnizada, pero llegado el momento nos debemos poner de acuerdo en función a los intereses nacionales”. Cree que el equilibrio parlamentario y los acuerdos permitirán entender que la alternativa de ahora en adelante es un parlamento plural, con capacidad de llegar a acuerdos entre sus fuerzas políticas, además debe sensibilizarse ante la opinión pública, “ayuda muchísimo que todos presionan para encontrar soluciones”. Este periodo es novedoso para las nuevas generaciones que solo conocían la política de los dos tercios. “Hacia adelante se puede apostar por este enfoque, visión y práctica de la política, y ver que ellos pueden participar, ser activos”. Observa que a lo hegemónico, muchos se suman, aunque sean impostores y no crean, ya que no hay otra opción para participar en política. “Esto nos hace auténticos, transparentes y genuinos, además permite que confiemos unos en otros”.
Analiza que Bolivia tardó del 78 al 82 en volver a la democracia por la falta de una “cultura de acuerdos”. Cuando ninguna fuerza lograba el 50% de los votos más uno, se pasaba a una segunda vuelta en el parlamento, que tenía que elegir presidente y vicepresidente, pero por falta de acuerdos no se podía lograr la elección. Para Gonzalo esto se convirtió en la excusa para que los militares digan que los civiles eran un desastre y que era necesario poner orden con un golpe de estado. “Y solo del 82- 85 se entendió que los acuerdos son decisivos para cultivar la democracia”. Este periodo se descalificó como “democracia pactada”, sin embargo, la política funciona con acuerdos, son parte de la naturaleza humana. Entonces se aprendió esa cultura, pero en algún momento se la echó por la borda, y se impuso la “hegemonía”. Señala que hay que reaprender, pero con nuevas visiones y compromisos; los acuerdos deben ser congruentes con los principios y valores democráticos.
Desde el 2001, Latinoamérica cuenta con la Carta Democrática Interamericana que descansa como el respeto al Estado de Derecho, el respeto a la independencia de poderes. “Esto puede orientar a los acuerdos de aquí en adelante… Antes no existían los conceptos de Derechos Humanos a plenitud, simplemente se restringía a la libertad personal y de expresión… a los derechos políticos, ahora abarcan hasta los derechos medioambientales, económicos, sociales, culturales”. Dentro de una lógica de democracia y de derechos humanos, los nuevos acuerdos deberían dar mayores satisfacciones y frutos. “Animémonos a esta nueva cultura de democracia y acuerdos, en pos de alcanzar una democracia más profunda y la vigencia real y efectiva de los derechos humanos”.
El 2016 cambió el rumbo del país, el “hegemonismo” dio un paso al costado para que “vuelva la esperanza y perspectiva democrática”. Gonzalo explica que ese “rescate de la democracia…implica pluralismo, acuerdos, alternativas de unidad nacional, además de considerar los problemas y necesidades de las personas y una visión integral de derechos humanos”. Nos encontramos ante un nuevo escenario político que está en desarrollo, por ello “necesita un concurso activo de los segmentos organizados de la sociedad para trazar intereses colectivos”.
Generacionalmente los jóvenes tienen un rol muy importante en el siglo de la información y conocimiento. Están llamados a acceder a las “experiencias y criterios… de democracia y los derechos humanos…[y] las transformaciones tecnológicas, sin las cuáles no existiría libertad y futuro”. Gonzalo manifiesta que la democracia no solo se trata de votar, también implica la gestión gubernamental. Por lo tanto, “la relación con la sociedad debe ser garantista de derechos y libertades, no solo la economía industrial, también incluye informática, conocimiento, economía naranja, la integración de las personas, sensibilidad social y en este aspecto los jóvenes juegan un rol importante”. Hay desafíos para todos los políticos y la sociedad que necesitan de la unidad del país, finaliza Gonzalo.
*Gonzalo Rodríguez es diputado nacional suplente por Cochabamba. Ocupó la dirección del FRI en varias ocasiones.
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