Con la cantidad de medios que existen y el hecho de que la mayor parte del mundo tiene acceso a ellos, el mercado ha crecido y los productos masivos también, estandarizando a gran parte de las sociedades en gustos de toda clase.
Cuando hablamos de música es difícil encontrar opiniones parecidas en cuanto a lo popular, hay quienes detestan lo mainstream y quienes se nutren solo de eso, pasa lo mismo con la literatura, la pintura, la danza y todas las expresiones artísticas.
Hace unos años y después de unas cuantas clases con Marcelo Guardia, hubiera quizás romanizado un poco esto, viendo lo popular como una hermosa representación de la cultura latinoamericana y es verdad, desde esta perspectiva, todos aquellos elementos, manifestaciones y maneras de existir de los vastos sectores de las poblaciones, se veían representados en la música que escuchaban, la cual principalmente hacían referencia al amor y al despecho.
Durante el auge de estas manifestaciones hubieron otras contrarias, expresadas principalmente con una posición clasista y separándolas de “lo culto”, por lo tanto fueron catalogadas como obstáculos al progreso. Lo “culto” se distanció de lo “inculto”, entendido este último como lo atrasado, lo misterioso, lo confinado al mundo cuasi-detenido de las zonas periurbanas, pues, lo popular fue asimilado con los sectores más deprimidos de las sociedades, con ese vulgo miserable abarrotado de suciedad, abandono y marginalidad, así como con una clase trabajadora empobrecida y diezmada por el cansancio de la producción imparable.
La música “culta” se difundió solo por la vía académica y oral a audiencias más minoritarias y lo “popular” atraía al público de masas por medio de la gran industria de la música, hoy en día las cosas han cambiado un poco. Con la eficiencia que tiene el internet y las redes sociales para conectar y unir a la población comenzó una realidad en donde los hits ya no solo se escuchan en la radio, si no en absolutamente todas las plataformas, de manera repetitiva hasta el cansancio como si te inyectaran cientos de veces inyecciones de los mismos coros y en gran parte (sobre todo la música en español) una cantidad de vulgaridades indescriptible. Ya no tiene que ver con clases sociales o distinción económica, ahora simplemente es un algoritmo que quiere que tú quieras lo que crees querer, pero solo contribuye a un bucle infinito de música vacía diseñada para vender.
No, no quiero ser “hater”, definitivamente ese no es mi objetivo al escribir esto, porque creo que atribuir ese adjetivo es demasiado simplista, pero si, en un momento en el que es demasiado difícil ponerte en una posición porque enseguida tienes a gente ofendida, decido aceptar abiertamente que soy una persona muy crítica con las producciones “artísticas” que más parecen solo mercantiles, y con su desesperante repetición sin sentido.
Cuando el reggaetón comenzó a principios de este siglo, nació como un fenómeno underground de los barrios bajos de Puerto Rico, el ritmo latino penetró los más diversos públicos y se expandió por centro y sudamérica, a mediados de 2017 con el lanzamiento de “Despacito” el ritmo se extendió a Europa, Estados Unidos y Asia, volviéndose más popular que nunca y reposicionando algunos otros éxitos antiguos que volvieron para quedarse. Casi simultáneamente se une a este ritmo el Trap, creando una fusión entre el reggaetón y el rap con un estilo afroamericano de Estados Unidos. Este género, al representar estos dos sectores marginados de la sociedad fue un éxito entre las masas y se volvió el soundtrack de las fiestas de los jóvenes en muchísimos países del mundo, esta vez mucho más globalizado y sin distinción de clases, mostrando una realidad bastante violenta, con una oda suprema a las armas, las drogas y con posiciones ultra machistas.
Este tema ya está bastante tocado, la popularidad que tienen ese tipo de letras ha sido y es criticado a nivel internacional e incluso hay países que plantean prohibirlas, pero esta reflexión no va por ese camino.
El problema surge después, en el momento en que la industria musical observó la gran popularidad que traía este género y a partir de eso se dedicó a repetir, infinitas veces, el mismo género, los mismos acordes, el mismo ritmo y las mismas letras, letras obscenas y remixes entre los mismos 10 artistas juguetes de sus disqueras.
La creatividad se convirtió en un elemento innecesario, hoy en día solo se necesita mezclar las canciones que ya están hechas, que tengan un ritmo pegajoso y volverlas trend en Tiktok, un absoluto producto comercial, a este producto se une una imagen superficial de las personas en donde tiene más likes la cara más bonita o el cuerpo más desnudo y no digo que la desnudez esté mal, pero el mercantilizar el cuerpo ni siquiera por remuneraciones económicas, simplemente por hacer oda al ego, me genera la sensación de que la función principal que tiene la gente actualmente es tener placer y diversión , perdiendo por completo la perspectiva de trascender a través de los productos que dejan para la humanidad.
Para los “artistas” una simple manera de generar dinero y para los oyentes un espacio para distraerse de la realidad, completamente cegados ante la oportunidad de conectar profundamente con un mensaje.
Respecto a la creación es importante mencionar que ahora hacer música es mucho más sencillo, la digitalización permite crear a través de sonidos ya hechos, es por esto que también da la sensación de que todo es muy repetitivo, estos programas tienen grandes ventajas, pero nos hacen confundirnos entre lo que pega y la verdadera intención de hacer arte con significado, la estética se reduce al gusto común no a la esencia de trascender a través de una propuesta, no hay una verdadera necesidad de expresar algo importante sino simplemente alcanzar la popularidad y ganar cantidades masivas de dinero para posteriormente “postear” los privilegios que ésta les da.
No niego que aún existan artistas que busquen reflejar realidades, que quieran decir algo más con lo que hacen pero es innegable que están perdidos entre el algoritmo repetitivo que solo muestra lo popular, y que se desenvuelven en un mundo donde el gusto se reduce a lo que escuchan una y otra y otra vez. (¿se dieron cuenta que repito esa frase muchas veces en este texto? bueno, así de desesperante es lo que siento al entrar a redes sociales y ya saberme los coros de canciones que jamás en mi vida puse por mi cuenta).
Pondré solo como ejemplo al último disco Bad Bunny, y no es personal, solo es una manera clara de mostrar mi punto, cuando el disco salió que fue hace unas pocas semanas, observé al 90% de las personas que sigo en Instagram subir una foto con alguna de las canciones de este, ni siquiera con alguna de discos anteriores, reflejando que es simplemente una moda. Considero que estamos a la vista de tanta gente que ya cultivar los gustos propios no tiene sentido para muchos, porque finalmente el objetivo está en conseguir la aprobación del resto. Esto es al igual que todas las modas, una imposición del mercado, un mercado al que no le conviene la segmentación de gustos, un mercado que no quiere satisfacciones variadas, un mercado que se olvida que hay guerras, pobreza, violencia, etc.
La repetición como estrategia de marketing es tan simple como eso, repetir, ser insistente y repetitivo. Y ojo, esto es ciencia psicológica. Se usa para posicionar una marca o producto en los consumidores hasta el punto que sientan que lo necesitan, hasta hacerles creer que no existe nada mejor que eso e influir en sus decisiones de consumo. Esto es lo que sucede con la música actual, para que la gente no se fastidie y se canse de escuchar lo mismo le aumentan un beat diferente, una frase en otro idioma, o una letra que nombre a una droga distinta y boom, crean un nuevo hit que muchos piensan que es la revolución del género.
En fin, cambiar el sistema es bastante complicado, hay miles de ideas que han tratado y la mayoría terminan en catástrofe, por lo tanto planteo algunos tips para mejorar un poco individualmente nuestra concepción de arte y apoyar ideas nuevas y honestas.
Propongo comenzar dejando de alimentar esto, poner distancia entre sí mismo y las imposiciones claras del mercado mercantilista musical y sus formas de poder a través de la repetición en los distintos medios de comunicación, para esto es importante:
Cultivar tus propios gustos: parte de conocerse a uno mismo es preguntarse qué es lo que realmente te gusta, y para definir esto aconsejo explorar, hoy por hoy tenemos la maravillosa oportunidad de descubrir un mundo de novedades a través de internet, las plataformas de música tienen miles de millones de artistas interesantes, de música alternativa al “tunchi tunchi”, a lo más escuchado, permítete ir más allá de lo que te ponen frente a las narices y concibe lo que realmente te hace sentir en armonía contigo mismo.
Practica el trueque: No hay nada más hermoso que poder compartir con la gente que queremos e incluso con gente que no conocemos bien, y una gran manera de conectar es dando y recibiendo, esto se puede enfocar en los gustos, mostrar productos que te hacen feliz permitirá a las otras personas comprender quien eres y hará que ellos compartan contigo lo mismo, esta es una gran manera de conocer más arte, y concebir las realidades que van más allá de lo de lo habitual.
Practica la desobediencia: anímate a mostrar quien realmente eres y qué es lo que te gusta aunque no recibas la aprobación del resto, te aseguro que aunque sea una persona valorará tu percepción del mundo y agradecerá que la compartas.
Finalmente, apaga el celular: ve al depósito de tu casa, busca esos discos antiguos de tu papá, lee esos libros que no son de auto ayuda, anímate a descubrir lo antiguo, lo extraño, que finalmente eso es el arte, un constante redescubrimiento de lo que ya está hecho pero que a través de tus ojos significa algo más especial que el simple hecho de seguir a los demás.
De está manera contribuirás a tu crecimiento personal y a aquellos artistas que buscan crear cosas más allá de lo que pide el mercado y no morir de hambre en el intento.
Tiene 21 años, nació en Cochabamba y es estudiante de séptimo semestre de Comunicación Social en la Universidad Católica Boliviana.
Se desempeñó como periodista y entrevistadora en temas de política y cultura en el programa Una mirada desde la Juventud, explicando y preguntado a personajes políticos sobre las necesidades de los jóvenes bolivianos.
Actualmente se dedica a escribir y publicar artículos de crítica social, arte y opinión en diferentes medios y revistas.
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