Paralelismo histórico
El historiador Alberto Crespo (1975) mencionó: “Pronto iban a llegar los días en que la única justicia sería la del más fuerte, del más osado o quien contaba con la seguridad de quedar impune (…) el rigor hizo huir a unos y a otros ocultarse. Y como si pareciera que…no se* admitía la coexistencia de dos bandos, esta vez les tocaba a unos* vivir libres y tranquilos”. Lo citado anteriormente podría ser un análisis coyuntural de Bolivia, por lo menos de los últimos dos años, la realidad es que describe el conflicto entre Vascongados y Vicuñas en Potosí entre 1622-1625.
Casualidad o no, existen varios aspectos coincidentes. Dos bandos, enfrentados; el Movimiento Al Socialismo (MAS) y su oposición, con retóricas contradictorias y que no ceden: “golpe y no fraude” y “no golpe y fraude”, en los que prima el idealismo más que el pragmatismo, y pese a ser diferentes son iguales.
Aferrados al infierno
De alguna manera, este choque conduce a un escenario, si es que no estamos en él, donde la razón, la justicia, las instituciones y los principios se sujetan a las pasiones, ideologías y creencias de unos, algo así como un infierno.
Dijo Stone (1986), en la película Pelotón: “el infierno es la imposibilidad de la razón”. Este infierno es un lugar confuso porque lo que importa es hacer la guerra y someter al otro para conseguir la “victoria”; a costa de perder la humanidad, olvidarse de la verdad, ensimismarse y desenfocarse del propósito que finalmente lleva al fracaso.
Un escenario en el que se construyen palacios impenetrables, con murallas que apartan las críticas y el disenso. Y desde la soledad, se escucha lo que se quiere y a quienes comulgan, al final son palacios cimentados en barro, que cuando se mojan lo suficiente colapsan hasta no dejar rastro de lo que fueron.
De ahí que Bolivia este hecha de escombros y que avanza a tropezones. Es la historia donde ganadores se convierten en perdedores, y perdedores en ganadores, donde los buenos se hacen malos y los malos buenos, a decir verdad, todos los bandos son iguales.
¿Golpe? ¿Fraude?
Para entender este escenario y similitudes analicemos la historia reciente de Bolivia.
El Gobierno del MAS sobrepasó la prohibición de optar por más de una reelección, con la tercera y cuarta candidatu- ra de Evo Morales en las elecciones de 2014 y 2019. Respaldado por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que contabilizó a partir del segundo mandato para validar el tercero y desconoció el referéndum 21F (21 de febrero de 2016) y su mandato de rechazar la reelección indefinida, dejando sin efecto varios artículos de la constitución boliviana, para validar el cuarto. Además, se validó la candidatura declarando la “aplicación preferente” del artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (STCP0084/2017, de 28 de noviembre) alegando que la repostulación era un derecho humano y siendo avalado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
El objetivo era permanecer en el poder, no importaba quebrarlo todo. Sin embargo, los intereses partidistas y personalistas tuvieron un costo muy elevado; generaron una ruptura constitucional y evidenciaron una nula independencia institucional. Esto provocó indignación, agudizó la polarización, y la pérdida de legitimidad y credibilidad del gobierno, algo que finalmente la CIDH rechazó.
En las elecciones del 20 de octubre de 2019, con esos antecedentes y gracias a la interrupción y posterior cambio de tendencia del Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (TREP) la situación se trastocó en enojo y desconfianza, espacialmente en las urbes. Lo que aparentaba concluir en una segunda vuelta se convirtió en una victoria del MAS por el 0,57% de los votos.
Esporádicamente se iniciaron las movilizaciones y conflictos, encabezados mayoritariamente por ciudadanos sin filiación partidaria, comités cívicos y simpatizantes del MAS. Mientras el terror, la incertidumbre y el caos se apoderaba de las calles, se hacia menester certificar los resultados electorales para calmar a la gente; por ello, el gobierno solicitó y pactó con la OEA la realización de una auditoria vinculante.
El 10 de noviembre, sorpresivamente, se publicó el “informe preliminar” de la auditoria de la OEA, y al igual que el “informe final”, encontró “irregularidades” e intentos de “manipular el resultado de la elección”. Ante eso, Morales anunció la convocatoria a nuevas elecciones y la renovación de los vocales del TSE. Pero al no apaciguarse la presión social, con los mandos policiales en desacato y con la sugerencia de renuncia de las Fuerzas Armadas se dio la renuncia y abandono colectivo; primero el presidente de la Cámara de Diputados, posteriormente el presidente y vicepresidente del gobierno, también la presidenta de la Cámara de Senadores, entre otros.
El estado quedó acéfalo y en aparente “vacío de poder”. Frente a la incertidumbre, la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), la Delegación de la UE, la Embajada de España y otros veedores convocaron a los actores políticos a una mesa de diálogo y/o reunión secreta en la Universidad Católica Boliviana (UCB) cuyo objetivo era facilitar una salida constitucional.
Se descartó que una junta cívica militar asuma el poder. Pero cuando la presidencia de la Cámara de Senadores fue asumida por Jeanine Añez, de acuerdo con el art. 41.a del Reglamento General de esta Cámara, se convirtió en la “opción” principal para asumir la presidencia del estado boliviano.
El 11 de noviembre, se retomó la lla- mada reunión secreta con el único pedido de garantizar y facilitar la salida de Morales a México. El 12 de noviembre, con Morales en México, se “validó” la Declaración Constitucional 003/2001, que procura una sucesión ipso facto (inmediata) ante el vacío de poder, y por la cual Jeanine Añez se convirtió en presidente ese mismo día.
Hubieron 21 días de confrontaciones previas a una posible solución. En todo el conflicto se registraron varios fallecidos en Montero, Sacaba, Senkata y otras localidades. Hubo persecuciones a periodistas y políticos. Se quemaron y destruyeron casas, tribunales, buses, etc. Hubo varios relatos como el de “guerra civil”. Además, la policía y las fuerzas armadas pasaron por constantes crisis internas dejando del lado la subordinación.
En este contexto, diversas situaciones fueron denunciados como golpe de estado, por ejemplo: la sugerencia de renuncia por parte de las Fuerzas Armadas hacia Morales, el ingreso de Luis Fernando Camacho al palacio de gobierno, la llamada mesa de diálogo donde se barajaron varias opciones. No obstante, no se puede comprobar un intento o amenaza real que tome o busque el control del poder estatal, además la asamblea legislativa se mantuvo abierta y ejerció sus funcio- nes durante todo el periodo de transición.
El “vació de poder” que decidió el futuro del país
El poder recayó en Añez con el argumento de que el “vació de poder” favorecía al caos y la incertidumbre. Ciertamente es un agravante, pero no del todo. Visto en retrospectiva, fue correcto, legal y necesario tener una cabeza de estado interina y convocar a elecciones, pero esto solo interesaba a los líderes políticos. En cambio, el fin último debió ser liberalizar, transformar y democratizar un sistema viciado desde sus fundamentos. Por ejemplo, hubiera sido suficiente realizar una mesa de negociación pública que opte por atacar la raíz del problema; para rediseñar las instituciones, lograr acuerdos políticos, desmovilizar, entre otros objetivos más relevantes.
Hay un recelo generalizado por el manejo tras bambalinas, capitalizado por políticos, cuando las movilizaciones fueron conducidas íntegramente por ciu- dadanos. El destino sería otro si al menos y de forma retributiva, los intereses del ciudadano común y no los intereses políticos, hubieran sido el centro del debate.
Añez, Arce y MAS de lo mismo
El gobierno transitorio de Añez, que por la premura de la situación acepto la colaboración de antiguos y nuevos políticos, no logró constituir un acuerdo entre aliados y adversarios, tampoco lo facilitaron las élites políticas. Su gestión se enfangó con los casos de corrupción, la confrontación, el revisionismo, el autoritarismo y la persecución política, así como la contienda electoral, también se melló la independencia institucional. Este comportamiento beneficiaba a Morales y su partido de cara a las elecciones de octubre de 2020. La pandemia de la Covid-19 solo exacerbó al gobierno de transición.
Hubo una decepción generalizada, se creía que al cambiar a los políticos las cosas resultarían diferentes, pero todo fue más de lo mismo. Nada cambió porque hay una manera tradicional de hacer política en Bolivia; se da más valor al “amiguismo” que a la capacidad, se deja de lado el interés general, la razón y el diálogo.
Este similar comportamiento es en realidad una patología de las élites políticas bolivianas. Esta actitud podría explicar por qué las elecciones y el nuevo presidente Luis Arce Catacora no pacificaron el país y por qué se espera que la división se intensifique, si nada cambia. El desacuerdo no es un problema porque permite el progreso, mientras que los repetitivos roles llevan al estancamiento.
La dictadura perfecta
Para Przeworski (2015) democracia es un sistema donde “los partidos de gobierno pierden elecciones”, es decir la alternancia es fundamental. Sin embargo, si la alternancia no modifica la condición de vida de las personas, aunque se sustituya a la élite gobernante, no se la puede considerar como una democracia plena.
A Przeworski también le preocupa la desconsolidación de las democracias; por la cual se desarticulan las instituciones y sus mecanismos, donde la arbitrariedad merma el espíritu de la democracia. No hace mucha diferencia tener elecciones, oposición, constituciones y parlamentos cuando pueden ser controlados. Aunque mantienen el poder no implica el costo de una dictadura cerrada.
Para traducirlo al caso boliviano hay que plantear las siguientes preguntas: ¿cuándo fue la última vez que se reemplazó un gobierno democráticamente elegido por otro democráticamente elegido?, si lo hubo ¿se puede hablar de una alternancia real entre los gobernantes?, si es así ¿cuánto beneficiaron esas políticas al ciudadano común?, por último ¿se respeta el orden constitucional e institucional, así como la voluntad de las personas?
Estos elementos quedan nulos si no se los complementa con lo siguiente: ¿Cuándo fue la última vez que se hizo justicia y que esta no haya sido impulsada por la tiranía de la mayoría? ¿Qué tan parte de la vida cotidiana es la corrupción? ¿Se respetan las reglas de convivencia mínimas? ¿El sistema normaliza actuar de manera poco ética?
Si es que no es una dictadura perfectamente maquillada, al menos es un espejismo de democracia en la que existe una dominación hegemónica de un partido o conglomerado de élites.
Peones de Ajedrez
Si en toda la historia, al igual que con la dialéctica infructífera del “golpe” vs “no golpe”, no se beneficia a ningún ciudadano de a pie, en realidad, somos peones en un juego de ajedrez en el que tenemos nula decisión. Pero no todo es dañino en este choque de élites; de la “tesis” contra la “antítesis” nace la “síntesis”. Una acción instintiva que se aleja de la división, intereses, e influencias político-partidistas que aboga por la unidad y resolución de conflictos.
Muchos no pueden ni quieren desligarse de este juego porque el Estado boliviano es una de las principales fuentes de empleo formal, si no es la única. Pero los bolivianos son cada vez más conscientes; de la instrumentalización de las personas, del dogmatismos, de la politización de rasgos, identidades y culturas, de la división y enfrentamiento provocado. A la distancia se vislumbra que otra historia es posible.
Hacer la verdadera revolución
La política debe ser como una habitación lo suficientemente ancha como para que todas las formaciones políticas, asociaciones e instituciones quepan. Y lo suficientemente estrecha como para que todos tengan la tendencia natural al consenso, a formar un conglomerado que apueste y luche por un bien común.
Es imprescindible la renuncia a los extremos de la ideología y el idealismo para tomar el pragmatismo como bandera. Debemos aceptar y tolerar al diferente, olvidar las peleas inútiles y escucharnos. Así como procurar un pensamiento crítico y no sesgado.
Una revolución implica el cambio de las estructuras y esto es básicamente lo que se propone en este texto. Un cambio de raíz no implica únicamente a las clases políticas, por que las mismas son pasajeras, sino de la sociedad y sus instituciones. Esto empieza dando valor a las leyes más grandes como a las más pequeñas. También abarca a todas instituciones públicas y privadas, como los medios de comunicación.
Los Vascongados y Vicuñas son el espejo donde se pueden ver los bolivianos, pero no necesariamente su desenlace.
Bibliografía:
Cámara de Senadores (2019). Reglamento General.
Conferencia Episcopal Boliviana (2021). Memoria de los hechos del proceso de pacificación en Bolivia octubre 2019 – Enero 2020.
Crespo, A. (1975). La guerra entre Vicuñas y Vascongados. La Paz: 53
OEA (2019a). Análisis de Integridad Electoral Elecciones Generales en el Estado Plurinacional de Bolivia 20 de octubre de 2019. Hallazgos preliminares.
OEA (2019b). Análisis de Integridad Electoral Elecciones Generales en el Estado Plurinacional de Bolivia 20 de octubre de 2019. Informe final.
Przeworski, A. (2020). Adam Przeworski: “Hoy las democracias mueren paso a paso, por eso no hay reacción popular”. El Mundo.
Przeworski, A. (2015). Politólogo Adam Przeworski: La democracia es un sistema en el que «los partidos de gobierno pierden elecciones». En Perspectiva. Stone, O. (1986). Platoon. Orion Pictures.
Tribunal Constitucional Plurinacional (2017). Sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional 0084/2017, de 28 de noviembre de 2017.
Tribunal Constitucional Plurinacional (2001). Declaración Constitucional 0003/2001, de 31 de julio de 2001.
*La cursiva es añadida
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